¿Por qué no puede una persona discapacitada disfrutar del descenso del Sella?, se preguntó un día Jose María Prendes, presidente de la Federación de Deportes para Personas con Discapacidad (FEDEMA) y amante del piragüismo. El XXIV Descenso del Sella Adaptado, prueba pionera en nuestro país de esta modalidad deportiva, es la respuesta: sí puede.

Ayer, y como cada año desde 1993 el domingo antes del Descenso Internacional, el Sella vio descender por sus aguas a 135 deportistas con distintos grados de discapacidad física de toda España y del extranjero, acompañados de voluntarios o allegados y en canoas especialmente diseñadas para ellos en una carrera más "lúdica" que "competitiva". "Esto es una aventura, no es una competición. Para la mayoría, da igual la posición porque lo importante es disfrutar", aseguraba Eduardo Nieves que, a pesar de sus palabras y de no conservar ninguna de sus piernas llegó a alcanzar el tercer puesto.

La salida del descenso fue desde la Escuela Asturiana de Piragüismo, en Arriondas. Once kilómetros río abajo se realizó una parada en la revuelta conocida como La Uña, a la altura de Llordón. El tramo competitivo, para los que quisieron continuar, fue de cinco kilómetros más hasta la meta final en el puente de Feve en Llovio (Ribadesella).

Sobre las 9.30 horas de la mañana parecía que ya estaban todos los preparativos para la "aventura" y se respiraba en el ambiente las ganas de lanzarse al río. "Estoy nerviosísima, es la primera vez que hago algo así", aseguraba Begoña Cano, de Madrid, mientras esperaba en su canoa acompañada de Xayak, su perro guía. Siempre sonriendo y de un lado para otro, estaba Oscar Abelleira, que se había traído desde Galicia un gorro vikingo para la ocasión. "Quería traer algo simpático y, además, soy celta", aseguraba sin dejar de sonreír. Y, como el descenso iba de no excluir a nadie, también participaron niños: "Me encanta Asturias, quiero volver el año que viene", decía a su madre Andrés Ballesteros, de tan solo 12 años.

Fue a las 10.00 horas de la mañana cuando, acunadas por el agua y el sonido de las gaitas, comenzaron a salir, una a una, las primeras canoas. "¡Allá vamos!", gritaban algunos. Las lejanas voces que llegaban desde el río eran la prueba de que se estaba disfrutando: "¡Que te pillo!", "'¡Que chocamos!", "¡Ya hemos pasado a dos!", se escuchaba gritar. Tres horas más tarde comenzaban a llegar los primeros deportistas, cansados pero contentos, a la revuelta de La Uña para hacer la parada de descanso y, los que más, para continuar hasta su meta en Ribadesella. "Vengo desde Navarra, no vamos a venir hasta aquí para quedarnos a la mitad", afirmaba rotundo Javier Vega. Otros, hacían el recorrido competitivo a su manera: "He apostado con un amiga una merienda en el Ritz a que llegaba primero que ella y ¡he ganado!", reía Soledad Lara, de Madrid. Para Jose Alberto Álvarez, presidente del comité organizador del Descenso Adaptado, todo el trabajo vale la pena: "la semana antes todos nos arrepentimos por la cantidad de trabajo, pero luego vemos a la gente disfrutando, compartiendo la experiencia e, incluso, picándose por los resultados de la clasificación y en ese momento piensas: vamos a por la del año que viene", afirmó Jose Alberto Álvarez.

Este año, fueron más de sesenta efectivos, entre bomberos del Servicio de Emergencias del Principado de Asturias (SEPA) -con camiones y un helicóptero- y voluntarios de diversas asociaciones como la Fundación También los que se aseguraron de que transcurriera como todos los años anteriores: sin incidentes.

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