En vez de agua, raíles; en vez de palas, ruedas. El tren fluvial que, como cada año, acompaña a los piragüistas a la meta en Ribadesella, salió puntual a las 12,15 desde Arriondas. Un tren que no hubiera necesitado asientos pues la mayoría de viajeros, vestidos con las prendas tradicionales del Sella, iban de pie pegados a las ventanas para no perderse un segundo de lo que pasaba en el agua. Lo vivieron tan de cerca que el tren se paró justo en el momento en el que dos piragüistas se cayeron al agua.

Los viajeros acompañaron a los piragüistas desde tierra, pero con la misma ilusión: "Yo solo lloro y he llorado por dos cosas en mi vida: cuando veo a la virgen de Covadonga y cuando salen las piraguas con el himno de Asturias. Es increíble seguirlos desde el tren", cuenta Paco Fernández Ampudia, natural de Ribadesella.

Para algunos el tren significa no perderse la carrera y disfrutarla sin mojarse: "Hay que saber remar y desde aquí además vemos el paisaje sin lluvia", asegura Felix de Veda, acompañado de su familia. Otros como Juan Pablo Cuervo no pierden la esperanza de participar algún año en la prueba deportiva: "me encantaría federarme, pero puede que a los 43 años que tengo sea un poco complicado ya". Juan Pablo ha seguido las piraguas toda la vida pero nunca desde el tren, al contrario que su esposa Eva María García: "Yo ya lo he bajado muchas veces, pero me gustaba más antes cuando el tren paraba y podías acercarte al río para verlo mejor".

Y también los niños disfrutan de la experiencia: "Es una fiesta muy divertida y nos gusta verlo desde aquí", dice Marta Rodriguez de nueve años. Ella y su hermana Ana, de ocho, van sentadas con su abuela Ana Vigil Martín que considera el tren fluvial una tradición familiar: "Tienen que venir desde la cuna, aquí ahora estamos cuatro generaciones de la familia. Yo les inculque esto a mis hijos". Cuando se acerca el final de la carrera, aún más personas se acercan a las ventanas. "¿Quien va primero?", "¿Ganó Walter otra vez?", se escucha. Y, cuando para el tren, aplausos. "Ha merecido la pena", dice una mujer.

"Para mí es un tren normal, solo que con más seguridad". Así describe el maquinista del tren fluvial, José Ramón Fernández, la máquina que lleva entre las manos. Es su cuarto año a los mandos del recorrido que acompaña a los deportistas durante todo el recorrido dando a los pasajeros una visión muy especial de la prueba. Los privilegiados que tenían reservado billete y quisieron ver el inicio de la carrera en directo tuvieron que apresurarse para subirse al convoy que partió 15 minutos después del inicio de la prueba.

Las primeras en subirse al tren fueron dos cubanas que llegaron a Arriondas desde Madrid. María Angeles Montalbo y Angela Suárez querían disfrutar tanto de la prueba deportiva como de la parte lúdica de una de las fiestas más importantes del calendario asturiano. "Es el primer año que venimos. Queremos que lleguen ya los tritones y ver el Sella desde aquí", explicaba Montalbo antes de la salida.