Canxilones, molinillos, hormas de zapatos, sellos, lamparillas... La lista de productos "vintage" que ayer se pusieron a la venta en el XXI Mercáu de los Años 20 de Benia de Onís es casi interminable. La cita convocada por el consistorio oniense reunió en los aledaños del edificio consistorial medio centenar de puestos que desafiaron a la lluvia para ofrecer la mejor artesanía y gastronomía a centenares de visitantes procedentes de puntos tan dispares como Extremadura, Madrid o Bélgica.

La "autenticidad y originalidad" de la cita explica, según asistentes como la valenciana Lidia Romeu, la gran afluencia de público al mercáu. Mientras Romeu, que veranea en Gamonéu de Onís, se afanaba por buscar las mejores piezas de cerámica en un stand, sus hijos pequeños, Teresa y Rafael Marerckx, hacían la colada a la antigua usanza (frotando los trapos a mano con jabón de Lagarto) en unas tablas de madera propiedad de Esther Peinó. Esta vecina de Noreña acude cada año al mercáu disfrazada y anima el evento con sus cánticos y sus recreaciones de antiguos oficios. "A los críos les gusta mucho lo de tener las manos en remojo y también mayar manzanas para hacer sidra", señaló la mujer, quien lamentó que la lluvia le impidiera exhibir otros objetos, como el colchón de lana.

Otra de las grandes diversiones de los chiquillos fue el carrusel de madera instalado en la plaza; o subirse al carro del país propiedad del llanisco Juan González "El Marineru", otro habitual del mercáu que acudió a la cita acompañado de sus bueyes "Cachorro" y "Galán". "A los críos les encanta, no me dejan parar de dar vueltas", comentó este vecino de Balmori.

Por su parte, niños como la belga Xana Martínez, de seis años de edad, celebraron que el avance de las tecnologías hicieran la vida "más cómoda". "No sé cómo podían vivir sin lavadora", reflexionó la pequeña.

Uno de los puestos que más llamó la atención en Benia fue el de la vecina Blanca Peláez, quien exhibió numerosos objetos familiares antiguos, como un banco de marquetería, biombos, sillas e imágenes antiguas de sus parientes. "Lo hago por animar el mercáu y fomentar el verdadero espíritu de los años 20", explicó la mujer a los visitantes de Logroño Juan Palomero y Carmen Ramos, quienes se interesaron por objetos como una reproducción de un teléfono antiguo. "Volveremos porque este mercáu es único", aseguraron.

Lugareños como Arturo Remis echaron en falta más animales para recrear el mercáu. "Tenían que poner algún gochucu, ovejas o xatos", aconsejó este vecino de Talaveru que celebró que "los tiempos cambiaran, porque antes había mucha necesidad, las mujeres venían con huevos y patatas para cambiarlo por algo de aceite o arroz".

Los puestos de comida, con boroñas, mermeladas, mieles y empanadas, fueron de lo más demandado de la jornada, sin olvidar productos de la huerta como los que puso a la venta la vecina de Arriondas Maribel Longar. "Venimos por tradición y porque siempre hay gente. Lo que más se vende son les fabes".

Los stands con cuero, como el del artesano Francisco Ezpeleta, también llamaron la atención de los más curiosos. Y es que este asturiano, que desde hace años reside en Castilla y León, adornó su negocio con objetos de coleccionista, como cuernos para soplar, lamparillas de aceite, zapatos antiguos sin estrenar, candados, sellos, latas o cartillas de racionamiento. "Los vendo porque los tengo repetidos, pero son auténticas joyas", indicó este habitual del mercáu oniense que cada año repite "por el ambiente". "En los años 20 sí que había libertad, son dignos de haberlos vivido, se rompía la pana", concluyó.