No podemos decir otra cosa de la primera corrida de la Feria de Begoña: decepcionante de principio a fin. Tarde veraniega, y entrada correspondiente al abono. En los tendidos de sol, llenos el 4, el 6 y el 11; el resto, salpicados. Un apunte: el reloj de la plaza lleva seis minutos de retraso. Se estrenaba el nuevo presidente, Ángel Junquera. Hecho el paseíllo se pidió un minuto de silencio por tres destacados personajes fallecidos; a saber, el torero Iván Fandiño, el cirujano de la plaza Raúl Obregón y el cronista taurino José Luis Suarez-Güanes. Toda la plaza se puso en pie y los maestros descubiertos, montera en mano.

Y empezó el espectáculo. Por decir algo, porque no hubo tal; los toros del Conde de Mayalde no dieron juego. Buena presencia, sí, con la báscula muy igualada, moviéndose en torno a los 550 kilos, y todos más o menos castaños. Y aquí se acabó todo. Sin bravura, sin embestida, sin trasmitir nada. Los menos malos fueron el primero y el segundo. Y en tal ambiente, los toreros más de lo mismo. Juan José Padilla, tabaco y oro, puso tres pares de banderillas con mérito; el último a una sola mano. Con la muleta poco pudo hacer con un toro disipado. Mató con media estocada. Y ante esta pobreza, una parte del público pidió la oreja; no seamos frívolos, por favor. Menos mal que el presidente aguantó.

En su segundo, Padilla quiso levantar el sopor de la tarde recibiendo al toro de hinojos; hay que reconocerle el valor ante aquel tren de alta velocidad. La argucia le valió: al no poder torear recurrió al efectismo. Y esta vez, con menos de la mitad de la plaza pidiendo la oreja, el presidente descolgó el pañuelo. Oreja.

Y aquí se acaba la historia. Sebastián Castella ofreció en su primero los pases más toreros de la tarde, sereno y templado, con los pies fijos. Pero mató de un estoconazo trasero, obligándole a recurrir al verduguillo. El toro rodó al segundo intento. En el segundo, ná de ná. Alberto López Simón? Si este es el modo de abrirse paso en el escalafón, va de?, eso. No le vimos ni un atisbo de clase, ni de ganas.

Total, tarde para olvidar. Si seguimos así le estaremos haciendo el juego a los enemigos de la fiesta. Ay, Enrique Ponce?