La brisa marina de Candás llega hasta El Paseín y allí, el inglés Jamie Loftus toca el piano, en plena calle. El leve viento le acaricia su cara como él hace con las teclas del piano de cola instalado entre los árboles. Le gusta y percibe que las notas de "El rincón de los niños" del compositor Debussy van a tiempo. Fue el encargado de abrir el maratón de pianistas en Candás, la actividad con la que se cierra el festival internacional de música, que promueve la banda de música de Candás y que cuenta con el patrocinio de LA NUEVA ESPAÑA.

"Es la primera vez que toco así, en la calle, con la brisa", expresa Loftus momentos después de ceder la silla del piano a la coreana Sooyeon Baik. La pianista se deja llevar por la "Sonata en La mayor" de Mozart. Toca sobre quince minutos mientras el público no pierde detalle de la función. Algunos asistentes han llegado de la playa. Se les nota. Y han decidido parar en El Paseín para escuchar piezas de compositores clásicos. "Esto es una pasada", expresa la madrileña Carmen Pérez. "Es una gozada poder ver a pianistas de nivel en la calle, puedes fumar y de todo y a la vez escuchas obras preciosas", añade su amiga Rocío Martínez.

La nacionalidad de los participantes en el maratón, cual prueba atlética, es muy plural. La mayoría son mujeres. Yiying Niu es china y tocó "Rigoletto" de Frank Liszt. Y como cada pianista debía decir "buenas tardes" en su idioma, Loftus prefirió hacerlo en castellano, pero Niu espetó "Wan Shang Hao" y la coreana Hyunjee Baek pronunció "Jo cun jeo nyuk e ye yo" antes de presentar que sus manos se dejarían llevar por las notas de la "Sonata número 2" de Scriabin. La madrileña Cristina Sanz sí dijo "buenas tardes" antes de "La leggierezza" de Liszt y "Piano sonata 1º movimiento" de Carter.

Cada artista tocaba una media de diez minutos teniendo en cuenta que había pianistas como Loftus que tocaron 17 minutos. Y eso para empezar. El público estaba encantado. A la sombra y atentos a cada movimiento de manos. La cadencia de algunos músicos llevó a más de un asistente a cerrar los ojos y dejarse llevar por el sonido. Niños, jóvenes y mayores disfrutaron de una tarde en la que la música culta se acercó más que nunca a los veraneantes de Candás. Y viceversa.

Y así hasta diecisiete músicos que llenaron la calle de alegría y cultura. Más de uno bajaba silbando por la calle Braulio Busto en dirección al muelle, quizá porque la melodía procedente del piano le sonaba. La música culta se hace un hueco en Candás y, por lo pronto, ya tiene conquistada la antigua fábrica de Ortiz. Las notas invaden ya la calle.