Con la misma fuerza que el Piles desemboca en el Cantábrico, miles de personas fluyeron ayer por las inmediaciones de la playa de Poniente con un objetivo claro: batir el récord de escanciado simultáneo. Tras la decepción del anterior verano, los gijoneses y allegados se pusieron manos a la obra y no dejaron pasar la oportunidad de coronarse, una vez más, como líderes de esta categoría de los récords mundiales.

Paso a paso, fue llegando la gente hasta un arenal que, en esta ocasión, recibió la marea desde tierra. Fueron 9.403 las personas que pusieron su grano de arena para conseguir superar la cifra de años anteriores. Y lo lograron con creces. Concretamente 839 personas fueron las que marcaron la diferencia con aquella cifra de 8.564 participantes lograda en 2015, y pusieron punto y aparte a un año en blanco sin récord.

A las 18.40 horas se echaron a un lado las vallas que cercaban el acesso al arenal para dar rienda suelta a la entrada de aquellos que ya esperaban a las puertas, con más ilusión que nunca y con gran esperanza. "Este año lo conseguimos", auguró la gijonesa Pilar Fernández, que representaba el pensamiento popular de los asistentes. Y es que el triunfo ya se respiraba en el ambiente desde el inicio. Y con el triunfo, también la buena recaudación para la ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica), destino al que iba a parar 1 euro por cada vaso festivo que se vendió ayer.

Amenizado por el polifacético Alberto Rodríguez, la tarde transcurrió con muchos nervios y mucha ilusión, en una cita que significa mucho para los más fieles de la Fiesta de la Sidra. Los participantes no dejaron de entrar en ningún momento y la organización del evento no daba crédito, aunque estaba muy emocionada por lo que, desde las alturas en el edificio de salvamento, estaban viendo. "A este paso, vamos a tener que cortar la entrada de gente porque si no el año que viene no lo vamos a conseguir", bromeaba la responsable del Teatro Jovellanos, Teresa Sánchez.

Si para las 20.10 horas ya se superaban las 6.000 personas, tan solo 14 minutos después, a las 20.24 horas, se llegaba a las 7.541. El público ya lo sabía: "lo vamos a batir", manifestaban. Botella y vaso en mano, perfectamente colocados con la técnica precisa -sin olvidar a aquellos que se inician en el largo y bonito sendero del aprendizaje del escanciado- se realizaron varios simulacros para que los que fueran principiantes supieran cómo se las gasta Gijón, y cómo la ciudad iba a batir un récord mundial apenas unos minutos después.

El ambiente era perfecto. Culetes, empanadas, tortillas pero, sobre todo, muchas risas e ilusión era lo que se respiraba en la arena de Poniente. Y lo que se comía y se bebía, porque los más expertos en la cita no dudaron en llevarse sus piscolabis para hacer de la espera algo más ameno y para empapar toda la sidra que se iba bebiendo.

Por no hablar de los mejor ataviados, que fabricaron todo un escudo con tapones de corchos para protegerse de lo que viniera, no hubiera que protegerse de la decepción de no lograr el récord. Suerte que no hizo falta.

Dentro de este marco festivo, también hubo espacio para el recuerdo de las víctimas del brutal ataque del pasado viernes en Las Ramblas de Barcelona. Se guardó un minuto de silencio, que despertó el lado más solidario y humano de todos los asistentes que se volcaron en aplausos por todos los afectados en la terrible masacre, dejando claro que Gijón también condena el terrorismo.

Una tarde en la que se pudo gritar "¡Habemus récord!", y en camino hacia los 10.000. "Xixón is different!", sentenció Alberto Rodríguez.