La subasta cayó en picado, pero el atractivo del 47.º Certamen del quesu cabrales se mantuvo como un imán para las multitudes que ayer abarrotaron la localidad de Arenas. De los 11.000 euros que se pagaron el año pasado, el precio se desplomó ayer hasta los 3.300 que abonó Juan Carlos Rubio, de los restaurantes Couzapín y Carlos Tartiere de Madrid, por el queso elaborado en Ganadería Arangas, de la misma localidad cabraliega.

Andrea Fernández está al frente de esta quesería y ya se hizo con el premio al "Mejor cabrales del mundo" en el año 2015, cuando los mismos establecimientos pagaron 3.100 euros por la pieza ganadora. Al certamen acudieron 18 de los 28 elaboradores con DOP, uno más que el año pasado. El jurado estuvo formado por diez personas pertenecientes al panel del Consejo Regulador de la DOP y a reputadas entidades queseras de toda España. Valoraron varios parámetros de calidad, como la apariencia, la textura y los criterios olfativo-gustativos, y la decisión final, comentaron, estuvo reñida entre los primeros puestos. "Para valorar la apariencia empleamos cinco parámetros, que nos sirven para calificar visualmente las características exteriores e interiores del queso", explicó Isabel Marcos, técnica del consejo, antes de enumerarlos: "la forma, la corteza, el color de la pasta, el desarrollo del Penicillium, los ojos y las cavidades". El kilo de queso se vendió, salvo las piezas especiales, a 20 euros y el ritmo de ventas fue satisfactorio para muchos elaboradores, aunque hubo quien apreció un descenso con respecto a años anteriores. No fue el caso de María Salud Herrero, de la quesería Valfríu, de Tielve, que decidió llevar 240 kilos. "El año pasado no alcanzó y este año apostamos fuerte para que la gente no se fuera de Cabrales sin queso", explicó la elaboradora, para la que el producto "salió muy bueno este año".