Veintidós kilómetros después, cruzar la meta en Pola de Somiedo presta en el alma. Superar La Batallona no tiene palabras, sobre todo, para aquellos que corremos no sabemos muy bien por qué, pero una cosa está clara: el reloj no es uno de los motivos. Es más bien un prueba de superación personal, un pequeño reto tras ese puñado de horas semanales en las que se sale a trotar en solitario por cuidar un poco la forma, despejar la mente y darle al cuerpo algo de vidilla más allá de la silla frente al ordenador del trabajo. Hay que cumplir el objetivo: te sueltan en el puerto de La Farrapona (1.708 metros de altitud) y debes llegar a Pola de Somiedo (700 metros) en cuatro horas o menos. Son todas las condiciones, junto con la de entrar -muy importante- "entero" y sin lesiones y, cómo no, disfrutar.

Todo es posible si uno se relaja y se entrega a una media maratón que es una de las mejores cartas de presentación del parque natural, ya que enseña algunos de sus rincones más bonitos, como los lagos de Saliencia, la vega de Camayor, el Lago del Valle, la bonita iglesia de Valle de Lago y una panorámica de Pola de Somiedo según se baja desde Coto de Buenamadre que quita el hipo y sabe a gloria, porque la meta ya está ahí.

Cierto es que también requiere esfuerzo. Más en la carrera de ayer, en la que el barro fue uno de los principales enemigos. Al principio se trata de sortear -no sin resbalones y rasguños con la maleza y alambres de pinchos que marcan parte del camino-, pero ya hacia la mitad como que da igual pringarse de arriba abajo y hundirse hasta el tobillo o incluso hasta la rodilla. No todo fue malo, pues el tiempo acompañó sorprendentemente y, salvo algo de llovizna y de viento frío, las condiciones fueron estupendas.

Así las cosas, la meta poco a poco se acerca, aunque a veces se antoja muy lejana. La música más los aplausos y ánimos del público al pisar Pola de Somiedo hacen olvidar afortunadamente el dolor de tobillos, de piernas y de cadera, los calambres, y también los pies mojados dentro de unas zapatillas invisibles bajo el barro. Indispensable llevar buena compañía que "tire del carro" de forma equilibrada: esto es, que no dé la murga en exceso cuando pide un poco de aceleración, pero que tampoco le deje a uno parar más de la cuenta en los avituallamientos como si fuera la hora de alternar en el vermú. Servidora es una afortunada por contar con este apoyo, tanto en La Batallona de ayer como en la de hace un año. Gracias, Anina. Lo mejor verte llegar impoluta, con tus pendientes, tu maquillaje y tu pelo correctamente en su sitio. Yo este año tampoco olvidé los pendientes. Del resto, mejor no hablar...

Van dos medias maratones. Objetivo cumplido. ¿Mérito? Pues no, hay cosas más importantes que merecen llamarse así. Es sólo algo más simple, pero muy importante: un pequeño reto personal.