"El ser piloto se lleva en la sangre". Así lo afirma José Rodríguez, encargado de mostrar la exposición "Volar, historia de una aventura", organizada por el Ejército del Aire en la Antigua Rula de Gijón, inaugurada ayer. En ella se exponen maquetas de todo tipo de vehículos aéreos desde el siglo pasado hasta la actualidad.

Siguiendo un orden cronológico, la exposición ofrece, por ejemplo, dos maquetas de dirigibles de hace más de cien años. Estos vehículos, ya extintos, contaron con gran éxito a principios del siglo XX, pero pronto cayeron en desuso por su falta de seguridad. Uno de los modelos expuestos, el "España 1910", fue un proyecto de dirigible que nunca llegó a utilizarse por sus continuas averías durante su fase de pruebas, aunque costó más de 300.000 pesetas.

Sin embargo, en la actualidad existen modelos de aviones de combate, como el famoso F-18, cuyo coste de fabricación rebasa los 40 millones de euros. Esta es uno de las aeronaves que siguen en activo y también se encuentra expuesto en la Antigua Rula. "Llega a alcanzar velocidades de 2.500 kilómetros por hora", apunta José Rodríguez.

Respecto a los modelos actuales, al que se une el Eurofighter, también expuesto en el centro de la sala, señala que "los pilotos sufren mucho, por eso los mueven a otro cargo cuando aún son jóvenes". La gran velocidad y aceleración que sufren los militares, de hasta 12G (doce veces la fuerza de la gravedad), hacen de esta profesión una ocupación dura y muy especializada. Por ello, cada piloto suele ser experto en un determinado modelo de avión, como afirma el guía de la muestra.

Además de aviones de combate, también se puede ver la aeronave "Canadair CL-215", un modelo anfibio contra incendios. Según explica José Rodríguez, el modelo actual es capaz de almacenar hasta 6 toneladas de agua, el doble que el modelo expuesto, además de contar con motores más potentes. "Requiere mucha habilidad controlar un avión a ras de suelo que, además, está cargando 6 toneladas de agua en su interior", remarca Rodríguez. "Hay que ser muy preciso con la potencia de los motores en esa situación", recalca. A la hora de descargar el agua, "el calor y el cambio de peso provocan muchos problemas de control de la nave", afirma, antes de poner en valor la aviación bélica: "los pilotos comerciales cuentan con enormes ayudas en sus viajes. Están empezando a aterrizar sin intervención humana".

Además, según explica Rodríguez, hay compañías que tendrán vuelos sin copiloto en el futuro, ya que no será necesario ese nivel de seguridad gracias al control de la electrónica: "¡Hoy en día el piloto y el copiloto comen platos diferentes por si uno de ellos sufre alguna intoxicación!", explica entre risas.

La exposición sirve como recorrido a través de la historia de la aviación española, con especial mención a Jesús Fernández Duro, nieto del fundador de metalúrgica Duro-Felguera, quien consiguió por vez primera sobrevolar los Pirineos en 1906.

Visitas inaugurales

La apertura de esta exposición, organizada por el Ministerio de Defensa, ha congregado a diversos cargos del Ejército del Aire, que acompañaron ayer a la alcaldesa, Carmen Moriyón, en una inauguración guiada por Pablo Gómez Rojo, jefe del Mando Aéreo General del Ejército del Aire. También participó en este inauguración Laureano Lourido, presidente de la Autoridad Portuaria de Gijón.

La muestra contará también con una cabina de la aeronave RF-4C Phantom II, en la que podrán subirse los visitantes a partir del 20 de julio. Y ello servirá como preludio al decimotercer Festival Aéreo de Gijón, que tendrá lugar el 22 de julio en la playa de San Lorenzo. En él se podrán admirar algunos modelos de los expuestos, como el "Canadair", que ya sobrevoló las playas gijonesas en ediciones anteriores, u otros como el Harrier II Plus, que no volaba sobre Gijón desde 2015. Además, volará la curiosa Patrulla Blue Circle, integrada por cuatro pilotos de acrobacias. Dos de ellos acaban de superar los ochenta años de edad.