El sonido de la gaita tiene un don, tiene capacidad para transportar a quienes la escuchan a otros estados. La emoción fluye, cuando los dedos se mueven por el punteru quizá más. "La primera vez que escuché una gaita, lloré. Me pareció increíble que ese instrumento tan arcaico sonará así", expresa la madrileña María Hernández. Al avilesino José Vicente Gardón también le gusta. "Es un sonido fuerte, estridente con capacidad para llegar a muchos sitios, valles y montañas", comenta, mientras escucha como Xuacu Amieva prueba el sonido de una bandurria. Amieva sí que sabe de gaita y ayer lo demostró en el Sol Celta. Le tocó actuar en el escenario de la calle del Sol y, desde ese lugar, explicó con música "su forma de vida". "La gaita es un mundo que salpica, para zambullirse y cuando la toco me transporta al mundo rural aunque sea desde un medio urbano, me lleva a los raigaños, a la raíz", comenta el gaitero. A su lado está Bras Rodrigo, que a finales de los años ochenta, en el curso 1989-1990 era alumno de Amieva en la Escuela del Naranco. El también director de la banda de gaitas de Corvera ama el instrumento que le acompaña desde niño. "Lo veo todo bajo el prisma gaiteril y pienso cuando escucho música, de cualquier tipo, lo bien que le entraría una gaita a esa melodía", abunda Bras Rodrigo, que fue uno de los encargados de cerrar la tercera noche de conciertos del festival.

Nicanor Martínez está sentado en una terraza del Sol Celta junto a Carmen Rosón. Llegaron a Avilés desde Gijón. "La gaita es el sonido de Asturias, me recuerda siempre al pueblo, a las romerías, me encanta", afirma Martínez. "Es lo más guapo del mundo, me emociona y estoy muy vinculada al instrumento porque formé parte de un grupo folclórico", añade Rosón. Unos metros a la derecha y apoyados en una fachada de la calle El Sol, están Juan Carlos Corral y Ana Muñoz, que coinciden en que el sonido del punteru, roncón y el fuelle "es agradable, emociona y recuerda a la tierra".

Carlos Fernández y Ana María Paniagua admiran la prueba de sonido de Xuacu Amieva y su banda y también hablan de la gaita. "Cuando estamos fuera nos recuerda a Asturias y cuando estamos aquí, también, nos gusta", señala la pareja que aprovechó la tarde para visitar también el mercadillo de artesanía del festival.

Xuan Menéndez va a clases de gaita y pidió a sus padres que le llevaran al Sol Celta. Leyó en la prensa que tocaba Xuacu Amieva y no quería perdérselo. "La gaita es lo más, pero la asturiana. La gallega no me gusta, suena de otra manera. La nuestra es más prestosa", indicó Menéndez.

Pero en el Sol Celta, no solo hay gaita, ni mucho menos. En Carlos Lobo tocó "Mur", una banda de folk tradicional que hace piezas irlandesas, bretonas y de otros lugares, las adapta a la llingua asturiana y anima la tarde-noche en la céntrica plaza avilesina. Tienen incluso una versión de "Bella Ciao", eso sí, con marcado acento asturiano. Con dos violines, flauta, un bodhram, guitarra y voz, "Mur" juega sobre las tablas a pocos metros del lugar en el que horas antes estaba plagado de niños, que jugaban a todo con "La Caracola".

El Sol Celta ofrece una variada muestra del folk asturiano, también de fuera, aunque tiene espacio para "Otres músiques", que es como se llama el escenario situado en la plaza Alfonso VI. La sesión de ayer llevó al público a menear el esqueleto al más puro estilo rockabilly gracias el arte del contrabajo, batería y guitarra, una Gretsch, que generan los "Slippin & Slidin".

Hoy habrá más. Teatro, juegos, mercáu, los grupos "Serenden", "Tsarigando" y una noche con cuatro arpistas como Herminia, Fred Bougouin, Josep María Rivelles y Paul Dooley conforman el programa de una jornada en la que es probable que vuelva a sonar la gaita. El instrumento que emociona en la calle Sol.