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MARTA SANZ | Escritora, presentó ayer su novela "Amor fou"

"En mi obra la familia es colchón afectivo"

"a las mujeres, la desigualdad bíblica, la costra histórica, se nos ha vuelto un peso en la espalda"

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Con once novelas publicadas y algunos premios importantes, Marta Sanz (Madrid, 1966) se ha convertido en una de las escritoras sustanciales de la actual narrativa española. Presentó ayer "Amor fou" en la "Semana negra", una obra escrita en 2004 que anticipa asuntos perversamente instalados en nuestra cotidianidad.

-En la primera línea de la contraportada se afirma que usted casi deja de escribir por "Amor fou". ¿Una exageración editorial?

-No lo es. Fue una realidad. En el 2003 publiqué la novela social "Animales domésticos", con una acogida razonable. Escribí "Amor fou" con la ingenuidad de que no tendría problema. Y me encontré con un mercado hostil. Dos editoriales me pagaron el libro pero no lo publicaron. Todo eso me generó una gran insatisfacción. Me gano la vida como docente, así que la literatura es para mí ese espacio donde puedo decir lo que quiero decir. Aquel silencio, el ostracismo, me hizo plantearme muchas cosas.

-¿Y por qué el rechazo?

-Lo he pensado: hablaba de asuntos políticos que en el 2004 me parecían censurables, pero que no estaban en la crítica normalizada. Hoy hay mucha gente ya que se acuerda de las fosas o del Valle de los Caídos. Y todo es parte importante de "Amor fou"; tiene que ver con la metáfora de la ponzoña y la convierte en una novela más negra de lo que puede parecer. Temas políticos que cristalizaron en una forma de lenguaje que, además, no es la más convencional. Más que con los temas, la censura tiene que ver con el mercado y con lo que es vendible o no.

-Se nos dice que es una versión nueva, ¿Ha reescrito mucho?

-Empezó como una distopía y se ha convertido en una obra realista. Soy escritora insegura: si me dan la posibilidad de releer una página, pues cambio cosas. Los personajes, no. Sí he cambiado un capítulo que no me resultaba verosímil.

-¿Hay en la obra un intento de hibridar géneros?

-Sí, creo que es una constante en todos mis libros. He utilizado muchas veces los géneros para romperlos, estirarlos y quebrar las expectativas; que el lector se pregunte sobre la escritura del texto. Hay componentes de novela negra, de enigma que entronca con los cuentos de hadas, y también de novela sentimental: hay una reflexión sobre el amor y cómo lo personal es político. Es un cubo de Rubik que cada lector debe reconstruir. Como escritora, no me siento cómoda encorsetando mis historias en géneros. Y me interesa lo que las novelas tienen de construcción, el punto de vista...

-En su novela confronta dos voces, la de Lala y la de Raymond.

-Quería oponer dos maneras diferentes de ver las relaciones interpersonales, desde el punto de vista afectivo y político. Me siento más identificada con Lala.

-Parece ofrecer a través de sus personajes una impresión ambivalente del amor: como salvación y como condenación. ¿Es su visión?

-Una pregunta muy difícil. Propongo una manera diferente de amar, sin histerismo, sin posesión; un amor que no sea vampírico. Se aboga por un amor sereno que nos permita ser más generosos con la comunidad. Estamos muy obsesionados con nuestras miserias personales, resultado a veces de un consumo cultural perverso.

-Isaac Rosa habla en su prólogo de su interés como escritora por la familia...

-En mi obra, la familia me permite una visión microscópica de lo que pasa en el ámbito general. La utilizo de manera muy galdosiana. En la novela hay un reflejo de nuevas maneras de agrupamiento.

-Tampoco parece que la trituración de la familia tradicional haya traído la felicidad...

-La familia es, en todas mis novelas, un colchón afectivo, asistencial. Hay que reivindicar los lazos de calidez y afecto que nos hacen la vida más fácil, sólo que a veces son asfixiantes.

-Lo que usted veía en 2004 está aquí: la aporofobia, el control político y social...

-La veta autobiográfica. Me encontraba con una pobre que me pedía para una barra de pan, pero veía que la gente la esquivaba. Era aporofobia, aunque entonces no teníamos la palabra. Los escritores tienen que tener la cualidad de la observación.

-Algo notable en su escritura: cómo hace del cuerpo de la mujer expresión de las contradicciones de nuestra sociedad. Pienso, por ejemplo, en "Clavícula".

-El cuerpo femenino es metáfora del campo de batalla; está expresando de manera más exacta la violencia. La costra histórica, la desigualdad bíblica, la desventaja social... se nos han convertido en un peso en la espalda. Tenemos que luchar el doble. Y esa autoexigencia se convierte a veces en un veneno para tu cuerpo. Muchos médicos asocian la fibromialgia a esa autoexigencia desmedida. Tenemos que bracear más y mejor contra la corriente. Por eso en el cuerpo de la mujer cristalizan más las violencias sociales.

-¿Después del último 8-M ha cambiado algo?

-Tengo la esperanza de que sí, pero también el temor de que se pueda "espectaculizar" como una moda y, después, se acabó.

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