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Musicólogo

El pop de "Fleet Foxes" llena de colorido la Laboral

La banda de Seattle convence con un directo cuidado al detalle

Integrantes de "Fleet Foxes". MARCOS LEÓN

L es había perdido la pista. Para quien escribe "Fleet Foxes" habían pasado a habitar un recuerdo lejano que sólo se reactivó con el anuncio de su concierto en la Laboral. Hace una década ya de aquel primer LP homónimo que les lanzó a la fama y que sorprendió por un sonido amable y a la vez arrollador que te dejaba hipnotizado desde la primera escucha. Eran los tiempos de MySpace, y el número de escuchas en esta plataforma llamó la atención de Warner y su filial Sub Pop, con la que firmaron. Ahora, tras más de un lustro sin material nuevo, se plantan en España para girar su último trabajo, "Crack-Up" (2017), y entre el concierto del Kursal de Donostia y su participación en el festival Mad Cool hicieron parada en Gijón para deleite del medio millar de fans que no dudaron en acudir a la cita el pasado miércoles.

En el repertorio había una veintena de canciones con temas de toda su carrera por los que parecen no pasar los años. "Fleet Foxes" suenan ahora igual de actuales que hace una década, y eso es porque desde el principio han tenido un sello personal, una forma inimitable de construir canciones combinando elementos del pop y del folk. Si algo predomina en su música es el color tímbrico; las melodías crecen y se multiplican hasta armar un auténtico muro de sonido que embriaga sin llegar a saturar. Ellos lo definen como "pop de armonías barrocas", y desde luego el "horror vacui" impera en casi todas sus canciones.

No tienen prisa, en su repertorio predominan los tiempos medios, pero tampoco dejan mucho espacio a las pausas, porque en su directo las canciones se enlazan y el torrente musical no se frena ni para cambiar de guitarra. El continuo fluir sonoro cuenta con patrones firmes en la batería y bajos estáticos que se encargan de asentar el suelo armónico y reforzar el pulso. Sobre esta locomotora rítmico-armónica, se despliegan guitarras acústicas y eléctricas, teclado y hasta flauta travesera, pero lo que culmina la personalidad del grupo son las voces. Primero, el timbre metálico de Robin Pecknold, que juega con reverberaciones y efectos en constante transformación, pero también los coros, que expanden las melodías discurriendo a menudo muy alejados de la voz principal.

En su música abundan los detalles, y son capaces de dar forma a una canción interesante partiendo de una melodía naíf, como la de "White Winter Hymnal". Otras veces se imponen los patrones de balada folk, con empujes ternarios y perfiles melódicos en arco, como en "Your Protector". Y en todas ellas encontramos una habilidad especial para articular fraseos vocales que discurren de forma poco convencional. No todo fue maximalismo, también hubo canciones intimistas, como "If You Need to, Keep Time on Me"; canciones nuevas y clásicos como "Mykonos", que no podía faltar en su repertorio. En el público reinó el respeto; ni palmas ni cánticos, las ovaciones quedaron para reclamar los bises, que los hubo. Fue una hora y media en la que reinó la música por encima de todo; un lujo haber podido disfrutar de un concierto así en Gijón en medio de la vorágine y el alborozo que caracteriza a la programación musical estival.

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