Ochenta y dos astures quieren cenar. Están hambrientos y acalorados por llevar ropajes de pelo de animales furtivos en una época tan poco apropiada como el verano. Entre ellos charlan y buscan miradas cómplices de satisfacción porque saben que se van a dar un “banquetazo” propio de una gran celebración astur-celta. Antes de entrar a la suculenta comilona -de menú: gochu asturcelta, empanada de bacalao con pasas, tarta de queso, abundante vino y por último, una poción mágica- dos soldados romanos con casco, grebas para las piernas y no precisamente pequeños les cierran el paso a los astures. Pero si de algo carecen estos romanos es de maldad. Dejan pasar a los comensales a las mesas, con “Asturix” a la cabeza y comienza el ritual. Comida, cantos y bailes les esperan.

El recinto de Las Meanas se convirtió por primera vez en una auténtica aldea astur de hace casi 26 siglos para abrir el Festival Intercéltico de Avilés y Comarca, que ya va por su 22.ª edición. El banquete llevaba nombre de cómic: “Astúrix y Avilex”. “Ya sabes cómo es esto de los derechos de autor”, decía entre risas Juan Casas, director del certamen, tras los bigotes característicos del mítico Obélix. Este Obélix no hablaba lenguas pasadas ya pérdidas, sino que en un completo castellano decía sentirse muy contento por el “banquetazo”. “La verdad que la gente se ha tomado muy en serio lo de venir caracterizado de la época. “Venimos a pelearnos como romanos, los organizadores han triunfado”, señalaba la avilesina Lola Rodríguez. Cerca de ella, Luis Albuero también disfrutaba. “A ver si la poción mágica es digestiva”, bromeaba.

Todo era una fiesta de antepasados astures. Al ritmo del grupo “Lugh”, los comensales cantaban, reían bailaban como si la noche no se adentrara en el banquete. Panorámix , ese druida que se hizo famoso por sus brebajes mágicos tampoco faltó a la fiesta. Se le notaba tranquilo. Para él, el trabajo comenzaba más tarde con la poción mágica revitalizante y digestiva. Cuestiones del “copyright”, este Panorámix astur era “Güedeyamix”. A unos metros, observaban todo Joaquín Arias y Lucía Sanz. “No venimos disfrazados, pero esperamos entrar igual”, decían, con evidente cara de hambre.

No podía faltar tampoco el gran amigo de Obélix y faenador en mil batallas, el pequeño Astérix -o “Astúrix” en este caso-. Se le veía hambriento, pues antes de iniciar el banquete pidió una ración de comida en uno de los varios puestos de alimentación del recinto de Las Meanas. Debió pensar que tras el duro trabajo esquivando romanos, lo mejor era abrir boca antes del suculento encuentro con sus colegas. Y entre cantes, bailes, y cuentos sobre batallas contra los romanos, Avilés se convirtió por unas horas en una aldea del siglo VI a. C.: “Avilex”.