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Crítica / Música

Bad Bunny y la nueva senda de la música en directo

Bad Bunny y la nueva senda de la música en directo

Decir que el trap está de moda es una obviedad. Hace unas semanas la cara más popular de la escena nacional, C. Tangana, llenó hasta la bandera su concierto en el festival "Metrópoli", y el pasado lunes Bad Bunny hizo lo propio en el "Gijón Life". El "conejo malo", uno de los traperos latinos más conocidos lleva dos años encadenando éxitos en las redes sociales, a golpe de uno por mes, y sin sacar disco o publicar ninguno de estos éxitos en vinilo o CD. Los tiempos están cambiando, o quizás ese cambio se ha producido ya sin que muchos se dieran cuenta de lo que implicaba. El concierto que ofreció el trapero portorriqueño en Gijón fue una buena muestra de ello.

El público era mayoritariamente adolescente, muchos asistían con sus padres por ser menores de 16 años, y eso nos da una idea de lo generacional del trap. Pero, más allá de servir como nexo de unión para los adolescentes, el polémico subgénero del rap destaca por ajustarse a la perfección a las nuevas formas de consumir música. Bud Bunny salió al escenario a las 11 de la noche, pero el parque Hermanos Castro era una fiesta desde las ocho de la tarde, con globos y Djs que ejercían casi de animadores y guiaban las coreografías. Era como una fiesta de campamento o de cumpleaños de las de ahora, y puede que muchos de los que estaban ente el público hayan crecido interiorizando estas maneras festivas. Por supuesto, los momentos de clímax, con brazos y globos arriba, son perfectos para sacar una foto y colgarla en las redes promocionando el espectáculo.

Vamos con Bad Bunny. La salida al escenario no fue diferente a la de cualquier artista juvenil, pero no escatimó en recursos efectistas: humo, fuego, pantallas y una cuenta atrás en un enorme cronómetro. El trap no deja de ser rap, y no necesita más que un Dj. y un MC para el directo, así que en el escenario hay espacio para atrezo, como un cuerpo de baile de seis mujeres florero a las que Bunny no prestó mucha atención. La música prácticamente no cesó, fue una hora en la que se sucedieron los remixes de sus éxitos; pensar en canciones no es acertado, eran más bien fragmentos, como si todo el concierto fuera un medley en el que se utilizan pistas grabadas y proyecciones de videoclips para los duetos con Becky G. ("Mayores") o Karol G. ("Ahora me llamas").

La autenticidad no es un valor en el trap, el artificio no se esconde. Así, la voz de Bad Bunny solo entona melodías cuando las procesa el AutoTune, nótese que hay mejores voces en la escena trap y que el timbre del portorriqueño no es especialmente colorido. Los cámaras encargados de grabar el espectáculo o de sacar fotos para las redes sociales se pasean por el escenario sin pudor, y el cantante no se esconde en la retórica para pedir al público que pose para una foto o que le sigan y le escuchen muchas veces al día en las redes sociales o en plataformas streaming, y es que cada "like" o cada escucha cuenta.

No hubo bises, y parecía que nadie los esperaba, con "Chambea" el concierto llegó a su clímax y los jóvenes abandonaron el recinto mientras chequeaban o subían las fotos y vídeos que habían sacado en el concierto. El directo es cada vez más importante, pero el formato concierto está tomando nuevos rumbos, y lo que le queda.

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