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Una gran artista con el raro don del pellizco

Una gran artista con el raro don del pellizco

Habíamos dicho que Marisa Valle Roso tiene posiblemente la voz de mayor calado lírico de la asturianada del siglo XXI. Y también, cuando cantó "Suena la mina" en el Centro Antiguo Instituto, en la edición de hace dos años del Festival Arcu Atlánticu, que esta artista necesitaba con urgencia un repertorio propio para aquilatar aún más la belleza de sus singularidades vocálicas. No ha perdido el tiempo. El disco "Consciente", producido por dos profesionales de la talla de Sebastián Merlín (tiene dos "Grammy") y Charlie Bautista, ha confirmado a sus seguidores que esta langreana de 1987 se ponía en la buena senda con una obra de gran consistencia en la que mixturaba tradiciones propias y ajenas, sones de aquí y de allá. Un brillantísimo recorrido resultado de hacer propia la música de raíz asturiana, pero también el pop o el indie, por no hablar del acervo hispanoamericano o del gallego-portugués. Una joya, con colaboradores de lujo (de Víctor Manuel a Rozalén, pasando por las Pandereteras de Vitoria o el gaitero Pablo Carrera), que presentó el pasado 30 de diciembre en el teatro de la Laboral. Una obra a la que volver. Háganme caso.

Aunque Marisa Valle Roso resulta espléndida en recintos cerrados, donde se aprecian quizás más sus singulares matices, ha acertado la organización del Arcu Atlánticu al llevarla al escenario de la plaza Mayor. La artista compareció con una banda bien cosida y deslumbrante ella misma con su listado abriguín de verano a juego con el pantalón. Según mi cuenta, cantó durante una hora todas las canciones de "Consciente", algunas canónicas, como la "Macorina" de Chavela/Alfonso Camín, la " Lela" de Dulce Pontes, el "Drume negrita" (Bola de Nieve y Omara Portuondo) o "La planta 14" de Víctor Manuel. En todas deja la cantante su troquel. Y también con los temas nuevos y ya propios: "Cómplices", "Soy como soy", "Tanto como yo te quise" (un regalo de Víctor Manuel), o "Dos muertos", del turonés ilustre Alfredo González.

Marisa Valle Roso tiene esa cualidad rara de pellizcar la sensibilidad de quien escucha. Si fuera futbolista diríamos que tiene mucho gol. Pudo haber dejado el concierto ahí. Una gran faena. Pero tiene la generosidad de los cantadores de tonada: regaló otros cuarenta minutos de música. Y encandiló a todos con sus versiones de "Viva la xente minera" (Xuacu el de Sama habría aplaudido), "Santa Bárbara", "El pañuelín de seda" (ojo, El Presi), "Gijón del alma" y hasta la "Colombiana". Un placer. Es ya grande, pero hay quien aún no se ha dado cuenta.

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