(Tercera de abono. Corrida de rejones. Casi tres cuartos de entrada en tarde de orbayu. Se han lidiado seis toros de la ganadería portuguesa Romão Tenorio, bien presentados y reglamentariamente despuntados. Mansos, desrazados y de escaso juego a excepción del 4º, más colaborador. Y un sobrero de regalo de María Guiomar Cortés de Moura (7º), bueno y colaborador. Andy Cartagena (chaquetilla burdeos): rejón trasero (ovación con saludos tras leve petición de oreja). Rejón (dos orejas). Diego Ventura (chaquetilla negra): tres pinchazos y rejón (ovación). Pinchazo y rejón trasero (ovación). En el sobrero de regalo, medio rejón y descabello (dos orejas). Lea Vicens (chaquetilla negra): pinchazo, rejón trasero y contrario y cinco descabellos (silencio tras aviso). Rejón trasero (silencio). Incidencias: la empresa regaló un sobrero a Diego Ventura.)

Se erigió como máxima figura del toreo a caballo hace tiempo, pero Diego Ventura demostró una tarde más quién y por qué manda en el rejoneo. La suya es una carrera sin techo conocido. Estuvo sensacional con su primero, pero lo pinchó. Se sobrepuso a un imposible oponente, sacando petróleo de un pozo seco, pero también lo pinchó. Gijón quería ver a su torero y se quedó desecho al ver que la suerte había sido esquiva. Carlos Zúñiga hijo, el empresario de El Bibio, tiró de sensibilidad -y de cartera- y le regaló el sobrero a Diego Ventura, que aceptó sin dudarlo. Esta plaza no se cierra. Releñe.

Se fue Ventura a porta gayola con la garrocha bajo el brazo, recordando las faenas camperas que dieron inicio al toreo a caballo. Salió con muchos pies el sobrero de Cortés de Moura, que fue otra historia, con calidad y fijeza. Un gran toro al que Ventura y su cuadra vaciaron por completo. Lo llevó ligado a sus monturas de principio a fin, cada paso a la vera del toro parecía un muletazo con mayor empaque que el anterior.

La revolución llegó a lomos de "Fino", un caballo tordo con el que toreó de costado a dos pistas por todo el ruedo. Clavó arriba la primera banderilla y el público se puso en pie. Mucho les quedaba por ver aún. Siguió con su toreo de costado y le hizo un quiebro por los adentros para dejar boquiabierto al respetable antes de colocar otro rehilete. Citó en largo, le perdió pasos para dejarse venir al toro de frente y luego arrancarse y clavar en la cara. Una locura. También participó en la gesta "Nazarí", su caballo estrella, en la fiesta. Luego, con "Dólar", le quitó la cabezada y clavó un par a dos manos apoteósico, sin riendas, guiando a su montura solo con las rodillas. Tres rosas en el mismo cite con "Remate" pusieron broche a una faena para el recuerdo. De toreo caro.

Se fue a por el rejón de muerte y lo pinchó, pero sin soltar logró enterrarlo hasta la mitad. Tomó entonces la muleta y el descabello y le pidió a sus auxiliadores que le dejasen solo en el ruedo. Bastó un certero golpe de verduguillo para que aflorasen los pañuelos. Dos orejas y Puerta Grande para un torero sin el que la historia del toreo a caballo sería todavía un apéndice de la tauromaquia que inventó Pepe Hillo.

Pero la maestría de Ventura había aflorado ya en sus dos toros anteriores. Las piruetas con "Importante" al primero resultaron antológicas porque fueron en la misma cara del toro. "Bronce" casi juntó su cabeza con la testuz de su enemigo en una suerte que nada debería envidiar al toreo en redondo. Y las cabriolas de "Killas" -saltando sobre sus patas traseras- descubrieron un nuevo horizonte. "Venga hombre, ayuda un poquito", le gritó Ventura al aplomado toro, que hizo caso omiso. Lo pinchó. Varias veces. Todo se esfumó.

Su última bala, antes de la generosidad de la empresa, estaba podrida. Un toro manso que solo atendía a las tablas. Se le protestó a voces insistentemente pero aguantó el presidente el chaparrón porque por mansos no se devuelven toros. Había que apechugar con aquella mierda. Vaya si lo hizo. Ventura tiró de su artillería pesada con "Nazarí" -el mejor caballo de rejoneo del momento- y "Lío" para poner negro sobre blanco que él es la máxima figura. Expuso todo y más, citando a favor de querencia del toro que, en cualquier momento, le hubiese podido meter un arreón con visos de tragedia. Pasó las de Caín, pero lo logró gracias al valor torero de "Nazarí" y "Lío" que se lo dejaron llegar hasta los pechos para que el jinete clavase los palos. Empujó el público con sus palmas y respondió Ventura, que hasta le clavó tres cortas al violín en todo lo alto y le hizo la suerte del teléfono, apoyando el codo en la testuz. Lo pinchó también y se esfumó otra vez el triunfo, pero quedó el magisterio.

Andy Cartagena logró salir en hombros tras mostrar su entrega ante un lote más potable de la insufrible corrida de Romão Tenorio. A punto estuvo de tocar pelo en el que abrió plaza, al que recetó dos rejones de castigo. Con "Picasso", torando de costado, y con "Apolo", por sus quiebros, fueron los pasajes más destacados de una actuación que no gozó de la petición mayoritaria para ser premiada. El doble trofeo llegó en el cuarto, el único que mostró un atisbo de casta. La justa. Las piruetas de "Cupido" y las cabriolas de "Luminoso", precioso jaco albino, convencieron al público. También las dos banderillas cortas que clavó arriba con "Pintas" antes de dejar su sobrero cordobés sobre la testuz del toro.

Se anunciaba también en el cartel la rejoneadora francesa Lea Vicens, que en su debut en El Bibio -y pese a llevar dos años liderando el escalafón de rejoneadores (en número de festejos, claro)- firmó dos faenas anodinas y carentes de emoción ante un lote ad hoc. Si acaso, el paso español sobre "Bético" y un par al violín o las tres rosas con "Jazmín" a su primero se salvan de una lidia a distancia y en diferido. Cuentan que luego le recriminó a Ventura lo de lidiar el sobrero. La diferencia, claro está, iba a ser grotesca.