Las miradas de los taurinos estaban puestas en un joven del que los maestros de la Escuela de Tauromaquia de Madrid hablaban maravillas. Corría el año 1995, el escenario fue la plaza portátil de Chinchón con las cámaras de televisión. Fue allí cuando aquel niño de 14 años, que tenía que sacar la cabeza por un costado del burladero para ver lo que ocurría en el ruedo, presentó sus credenciales para convertirse el día de mañana en figura del toreo. Aquella tarde-noche le cortó las dos orejas y el rabo a "Reservado", un eral de pelo negro de la ganadería de "El Torreón". A Julián López Escobar, "El Juli" (Madrid, 1982), se le concedió un don para el toreo y aceptó el envite de liderar la tauromaquia. Llenó las plazas de todo el orbe taurino como novillero, se fue a Francia a tomar la alternativa con 16 años porque en España no se lo permitieron. Siempre se codeó de tú a tú con las figuras de entonces, rendidas a la evidencia. Pasaron los años, las temporadas y decenas de aspirantes que cada año se convertían en matadores de toros. Dos décadas después "El Juli" mantiene en su mano el cetro del toreo, cumpliendo los pronósticos de aquellos viejos maestros que vieron en aquel niño una mente precalara para capitanear el cambio de época que debía experimentar la tauromaquia. Esta tarde abrirá el cartel estrella de la feria de Begoña, junto a José María Manzanares y Alejandro Talavante con toros de Garcigrande, y el día 15 lidiará como ganadero sus toros de "El Freixo", astados que ayer por la mañana desembarcaron en El Bibio -siete ejemplares parejos y armónicas hechuras- bajo la atenta mirada de "El Juli" -estuvo junto a su padre, Julián López-, que reservó unos minutos para atender a LA NUEVA ESPAÑA.

- Ha supervisado la llegada de sus toros a Gijón. ¿Qué le supone lidiar como ganadero?

-Es una responsabilidad, por el público y los toreros. Es la incertidumbre de tener una ganadería, porque desgraciadamente nunca sabes al cien por cien qué va a pasar, aunque lo hagas todo con la mejor voluntad. Dios quiera que la suerte acompañe el día 15.

- Lleva 20 años al frente del escalafón de matadores. ¿Qué le mantiene en esa posición?

-La ilusión, las ganas de ser mejor y evolucionar. Una vocación irrefrenable que tengo hacía la tauromaquia, la vivo al cien por cien.

- ¿Qué futuro le augura a la Tauromaquia?

-Lo veo complejo. Es un momento distinto a lo anterior y difícil. El sector taurino debe hacer muchas cosas ante esta situación política y social que se vive en España. Veo una época de evolución y de necesidad de cambios, sobre todo en el sentido de la comunicación, que la gente entienda de verdad qué es la Tauromaquia.

- Dicen que ahora se torea mejor que nunca.

-Creo que sí. En lo que se refiere a torear de largo, por abajo, reunido y sin enganchones es la mejor época de la Tauromaquia sin duda. No niego que en otras haya habido matices que llamaban mucho como la torería, la personalidad... Creo que esa imperfección dejaba desarrollar más rasgos artísticos. Pero cada época tiene su cosa especial y lo que se le hace al toro de hoy es algo que no se le ha hecho nunca.

- ¿Debería ser más flexible el reglamento?

-En algunos rasgos se puede evolucionar para beneficio de la creación artística, pero el torero tiene un margen amplio para hacer muchas cosas y tiene su momento para aprovecharlas. Hay cosas que podrían evolucionar y cambiar para mejor la inspiración en muchos momentos.

- Se habla mucho de los toros como arte, pero ¿qué es el arte maestro?

-Una forma de expresar lo que llevas dentro y lo que sientes delante del toro, que te concede la oportunidad perfecta para plasmarlo. Cuando un toro te lo permite te dejas llevar por lo que tu cuerpo y tu instinto te incitan a hacer.

- ¿Y cómo casa con el miedo?

-Siempre digo que esta es una profesión muy completa. La intensidad que tiene el toreo cuando sale es algo brillante. El hándicap es que no puede salir todos los días y hay una parte importante de fracaso, entre comillas, que a veces es difícil de entender. Si la genialidad surgiese todos los días pues ya no sería genial.

- Y así lleva dos décadas. ¿Otros 20 años aguantará?

-No creo (sonríe), el ritmo es muy intenso. Los toreros evolucionan, aparecen otros nuevos y todos los toreros tiene su tiempo. El mío ya se verá, pero a este ritmo otros 20 años es inviable.

- Nadie ha estado tanto tiempo a ese nivel como usted y Enrique Ponce.

-Es muy difícil. Pocos casos son los de estar 20 años con ese nivel. Es cierto que ha habido toreros con carreras longevas, pero con otra intensidad, es decir, con otro número de corridas o con otra situación en el escalafón. Mi caso es excepcional, pero no podemos olvidar que está Enrique Ponce, que lleva 28 temporada y es un caso único e inigualable en la Tauromaquia.

- ¿Y esta tarde? Una feria de Begoña más vestido de luces.

-Gijón es una plaza con categoría y muy querida por mí. Hay una afición muy selecta. Por eso, cuando uno viene aquí siempre quiere demostrar lo mejor de su tauromaquia. Espero que pueda divertirse el público, disfrutar con lo que espera de mí.