Cuarto festejo de abono. Un cuarto de plaza en tarde ventosa y por momentos fría. Se han lidiado seis toros de Charro de Llen, bien presentados, parejos de hechuras, con movilidad y encastados, pero desclasados en su embestida. Ofrecieron pelea en varas en conjunto. El sexto resultó peligroso. Jiménez Fortes (tabaco y oro): estocada desprendida (oreja). Estocada (oreja). José Garrido (rosa palo y oro): Estocada caída y aviso (oreja). Estocada casi entera y descabello (ovación con saludos tras aviso). Álvaro Lorenzo (blanco y plata): dos pinchazos, bajonazo trasero y descabello (ovación con saludos). Dos pinchazos y estocada tras aviso (palmas). Incidencias: Se desmonteraron Raúl Ruiz y Ricardo Izquierdo tras banderillear al cuarto y Antonio Chacón tras patear al quinto.

La ganadería de Charro Llen debutó ayer en El Bibio con una corrida pareja y bonita de hechuras muy de encaste Domecq, fiel a la rama de Daniel Ruiz -el ganadero que acuñó, con no poca razón, que "el encaste minoritario es minoritario porque no embiste"- de la que procede. Resultó un encierro encastado, con notable movilidad y pujanza en los caballos pero que, en conjunto, les faltó clase en la embestida. Fue una prueba para tres toreros jóvenes con aspiraciones a figura que tuvieron que tirar de oficio para meter en el canasto a sus lotes. No era tarde de campanillas, sino de bregarse con los toros para sacar algo en claro. Así lo hizo la terna, cada uno en su concepto -todos válidos-, pero con desigual resultado por culpa de la espada.

El malagueño Fortes -hijo de la otrora novillera Mary Fortes- fue quien logró rubricar su esfuerzo con los aceros y por ello salió a hombros de El Bibio tras cortar una oreja a cada oponente. Al que abrió plaza lo brindó al público, a buen seguro con más confianza en sí mismo que en las virtudes del toro. Fue un "brindis interruptus" porque se le arrancó el de Charro de Llen cuando aún ofrecía la montera al respetable. Fortes hizo de la necesidad virtud, echándole la muleta a la cara para firmar la primera tanda de naturales por el pitón izquierdo en el centro del platillo.

Dejó la montera a un lado y volvió a citar por el izquierdo en una tanda breve pero de calidad. Con el toro ya a menos Fortes optó por acortar distancias y pasárselo cerca para epilogar su labor con unas bernadinas que avivaron una petición de oreja positivamente atendida desde el palco.

Con la Puerta Grande entreabierta se fue Fortes a por el triunfo en el cuarto, al que banderillearon con acierto Raúl Ruiz y Ricardo Izquierdo. Se puso el malagueño de rodillas y citó en largo con la muleta plegada, lo que Pepe Luis Vázquez nombró como el cartucho de pescao. Toreó al natural con ligazón y la mano baja. Con temple por momentos. Siempre fue Fortes hombre de valor y cuando un torero tiene tanta quietud frente al toro, gran parte del trabajo está hecho. Ahora, que ha madurado en lo taurino, es un torero al alza que debería tener hueco en las ferias. Con un estoconazo pasaportó al buen cuarto y cortó otra oreja.

La tizona privó de salir a hombros a José Garrido, que al menos le cortó una oreja a su primero. Fue un toro blando de salida que luego empujó con entrega en el peto del caballo de picar hasta venirse arriba en el último tercio. Molestó el viento, pero sin impedir una notable tanda por el pitón derecho que remató Garrido con un profundo pase de pecho a la hombrera contraria. El torero extremeño anda fácil delante de los toros, solvente y sobrado. Supo tocar las teclas del manejable segundo y logró arrancarle una oreja tras una faena de largo metraje.

En el quinto tiró de oficio para paliar la violenta embestida del toro, que se complicó al final de faena cuando el animal le buscaba tras las telas. Mucho mérito tuvo el cierre por bernadinas, pasándose muy cerca a un toro que siempre quiso ir a por él. Erró con los aceros y se evaporó el triunfo.

Álvaro Lorenzo trenzó el paseíllo desmonterado al ser su primera tarde en El Bibio, donde dejó muestras de su puro y clásico concepto del toreo frente al peor lote: uno por manso y el otro por cabrón. Su primero siempre quiso huir de cualquier pelea, buscando rajarse. Álvaro Lorenzo trató de dejarle siempre la muleta en la cara para evitar que desertase de los engaños y, cuando lo logró, llegaron los mejores muletazos, especialmente por el derecho toreando en redondo. Brotó el clasicismo en un circular invertido, ya entre las rayas de picar, donde se sentía a gusto el toro. Todo se esfumó con la espada.

Ocurrió igual en el sexto, un ejemplar de Charro de Llen con mucha guasa pese a los cinco puyazos que le recetaron, tres de ellos con el tercio cambiado. El animal fue desarrollando sentido ya en banderillas, donde "El Puchi" expuso mucho para clavar el tercer par. Incluso el toro apretó a Sergio Aguilar cuando trataba de cerrarlo con el capote a una mano en el burladero del tendido 4. Embistió a arreones, con mala baba y calamocheando. Una joya, vamos. Pese a todo, Álvaro Lorenzo le sometió por el pitón derecho y hasta lo quiso mostrar por el izquierdo cuando estaba meridianamente claro que no tenía ni uno. El chaval lo dejó cristalino. Y hasta mandó parar a la banda de música. Su esfuerzo quedó sin premio al atragantarse otra vez los aceros.