Penúltima corrida de la Feria de Begoña, tarde soleada. No se logró el lleno, como si la crisis no hubiera concluido; los tendidos 10 y 12 desolados, ¿pesará sobre ellos una maldición gitana? El cartel era de postín: "El Juli", José María Manzanares y Alejandro Talavante. Se lidiaron toros de la ganadería de Garcigrande, que no trasmitieron nada, sin una pizca de casta. Mal, sin paliativos.

"El Juli" muy mal, en su primero no toreó con la izquierda nada, se echó fuera de la suerte a la hora de matar y lo enhebró de mala manera. Siempre había matado bien, pero parece que se le ha olvidado. En su segundo, mejoró pero sin llegar al nivel que nos tiene acostumbrados. Mató con media estocada y el público se empeñó en la concesión de una oreja y el presidente accedió.

Para mí el triunfador de la tarde fue José María Manzanares, de grana y oro. Aparte de los suspiros que provoca en la grey femenina sabe torear con seriedad. Hizo una meritoria faena en su primero, pero la suerte le fue esquiva a la hora de la verdad, tras un pinchazo, clavó una estocada defectuosa. En el segundo se esforzó, quería tocar pelo y lo consiguió. Hizo una buena faena, con naturales de mérito y clavó una buena estocada que mereció una oreja.

Alejandro Talavante estuvo bien en su primero, un colorado ojo de perdiz. Entró a matar con decisión y consiguió el segundo trofeo de la tarde: una oreja. Pero el buen sabor de boca lo amargó con su comportamiento en el que cerró plaza. Es verdad que era un toro incómodo, pero no lo quiso ni ver. Es lo que tienen los consagrados, que no les molesten, que no les incomoden. Tiran por la calle de en medio, y allá películas.

En definitiva, una corrida anodina, para olvidar. De hecho, ya la hemos olvidado.