Los días de corrida la actividad empieza temprano en la plaza de El Bibio, que vive estos días su semana más intensa de actividad. Desde las 9.30 horas comienzan a llegar los primeros aficionados que entran al coso por el patio de cuadrillas -el acceso por la calle Ezcurdia con Pintor Marola- para subir a los corrales a ver los toros que se lidiarán por la tarde. Allí surgen las primeras conversaciones entre los taurinos asturianos. "Ese toro es el más bonito, va embestir seguro" o "esta corrida es más pequeña que la de ayer" son algunas de las frases habituales entre los análisis profundos del festejo del día anterior con expresiones típicas como "le regalaron la segunda oreja" o "este ya no está para torear".

El apartado de los toros -cada corrida llega 48 horas antes de ser lidiada a la plaza- abierto al público dura hasta las 10.30 horas, momento en el que el personal de la plaza despeja los corrales. Poco a poco van llegando las cuadrillas y apoderados de los diestros actuantes. Comienzan a ver los toros, a comprobar los nombres de cada uno y a preguntarle al ganadero de qué reata vienen, es decir, quienes son su padre y su madre. Tiene de margen hasta las doce del mediodía para enlotar al sexteto en tres grupos de dos: a veces el más chico con el más grade o el más bonito con el más feo. En Gijón, con corridas tan parejas de hechuras les resulta más sencillo completar esa labor, que está vetada al público en general. Al tiempo, los veterinarios examinan a los seis ejemplares y a los toros reseñados como sobreros en un segundo reconocimiento -el primero se realiza según llegan a la plaza- para constatar que no tienen ningún tipo de lesión ni defecto en la vista que les impida participar en la lidia. Los veterinarios también examinan a los caballos de picar mientras que la autoridad revisa las puyas que utilizarán luego los picadores.

Sí vuelve a ser público el sorteo de los toros, al que a veces acuden los toreros -"El Juli" estuvo el lunes en la plaza para recibir a los toros de su ganadería-. Se hace siempre a las doce del mediodía, en el patio de cuadrillas y a la vista de los aficionados. Una vez enlotados los toros, un miembro de la cuadrilla del torero más veterano apunta en tres papelillos de fumar los números de los dos toros que conforman el lote. Ayer, por ejemplo, con los toros de Garcigrande y Domingo Hernández los lotes fueron el 26-112, 64-88 y 5-30. Una vez escritos, el representante del torero más joven en alternativa los envuelve de tal forma que crea unas "pelotillas" que luego introduce en el sobrero del mayoral. De todo el proceso está pendiente el presidente del festejo, Ángel Junquera Zarza, y el delegado gubernativo, José Iván Díez Hernández. Por riguroso orden de alternativa, del más viejo al más nuevo, van metiendo la mano en el sobrero para ver qué les ha deparado el sorteo. Hay mucho en juego: el triunfo del matador, que a veces acude al coso. De ahí el que Dios reparta suerte.