"¿Es taurina la Virgen", se preguntó el sacerdote durante la misa celebrada ayer en el ruedo de la plaza de toros de El Bibio. Tauromaquia y religión siempre han ido de la mano, prueba de ello, como ayer relató el cura Gregorio Álvarez López, capuchino, los olés que se oyen y los piropos que el público regala a los toreros se los dijeron también a la Virgen, "alguien fuera de serie que preside todas las capillas de las plazas de toros que nos protege a todos", pronunció durante su homilía.

Desde tiempos inmemoriales las corridas de toros se celebran en los pueblos y ciudades de España con motivo de sus fiestas patronales, de hecho, todas la gran mayoría de ferias llevan el nombre del santo o la santa correspondiente. Gijón es un claro ejemplo de ese vínculo indisoluble que suponen toros y religión y por ello los taurinos aficionados acudieron un año más al coso gijonés en honor a la virgen de Begoña, gracias a esta longeva tradición que ahora mantiene la peña Miguel Ángel Perera.

El altar se colocó en pleno ruedo de El Bibio, frente al tendido 4 y muy cerca de la Puerta Grande. Un modesto tablero primorosamente cubierto por una tela blanca. Hortensias y claveles dieron color y abrigo a la imagen de la Virgen de Covadonga que presidió la misa.

Los feligreses se colocaron a la vera de las tablas, tras los burladeros y hasta en el tendido. Una celebración que comenzó pidiendo por todos aquellos trabajadores de la plaza fallecidos durante el año y también por los profesionales del mundo del toro que esta temporada han fallecido. Tras las lecturas y la comunión se alzaron las voces de varias integrantes de la peña taurina para poner el toque musical a la misa. No faltó, por supuesto, el himno de Covadonga como epílogo.

Los taurinos siempre han dicho que quien no se viste de luces un 15 de agosto no es torero, quizás porque en España se celebran tal día como ayer numerosos festejos. En todos ellos está presente la Virgen. La de Begoña, la de la Paloma o la de la Asunción. En las capillas de las plazas les rezan antes los toreros de salir a jugarse la vida. ¡Que Dios reparta suerte!, dicen siempre los profesionales al inicio del paseíllo. Ahí está siempre la Virgen para echarles un capote.