Candás amaneció ayer mirando al cielo. Y lo que se veía no animaba a la fiesta. A primera hora de la mañana, una intensa lluvia evitaba que, como cada año, la campana de San Roque amenizase la jornada con su repiqueteo. Manda la tradición subir a La Formiga el día del santo y tocar la campana? No está claro cuantas veces. A falta de director de orquesta, cada uno intuía. "Son siete campanadas, vengo todos los años y son siete", decía uno en la cola. "Acaba de venir el encargado, que vive ahí, y dijo que nueve", respondía otro apelando al principio de autoridad. Fuesen las que fuesen, la lluvia se fue y desde la hora de la comida la campana no paró de sonar.

La fiesta comenzó en La Baragaña, como casi todo en Candás. De allí salió el pasacalles que gaitero y tamboritero realizaron hasta la ermita del santo, para acabar descansando en la barra que la peña "L'Altu la lleva" instaló. "¿Vendrá la gente?", se preguntaban. Y sí, hubo suerte.

Poco a poco, la carretera se llenó de romeros en las dos vertientes, desde Perlora y desde Candás, y se fue animando la merienda. Con la noche la fiesta volvería a Santarúa.