En un momento del concierto que abrió este año las puertas del Gijón Life de par en par, el cantante y compositor Pablo López se bajó del escenario y se metió entre el público para hablar con una niña, de nombre África. En el patio, todo el mundo ya cantaba a una sola voz. Además de un notable artista, el malagueño es un conquistador, un personaje dotado de carisma que con pocas palabras logra meterse al público en el bolsillo. "Sólo les pido que disfruten", rogó a sus incondicionales, que en número de unos 2.500 se dieron cita. Y que, al final del concierto, le ayudaron a cantar a coro el "cumpleaños feliz" a la madre del músico, que lo escuchó por el móvil.

Con "El camino" comenzó el recital, con Pablo López solo, al piano. La irrupción de la banda al paso de unos acordes provocó la primera ovación de la noche. El público, sentado de inicio, se puso a los pocos minutos de pie. "No hay cielo que más amenace que el despejado", dijo, y empezó a agradecer la asistencia.

Así fueron cayendo, una a una, las principales canciones de su repertorio, unas más sonadas que otras, pero todas ellas tarareadas a coro por las fans más incondicionales de un artista que ha multiplicado su popularidad desde su aparición como "coach" de un exitoso programa musical televisivo. Por orden fueron sonando "El niño", "Vi", "La mejor noche de mi vida", "El patio", "el incendio", "El teléfono" o "Lo imposible". Así hasta un total de más o menos veinte temas que culminaron con la apoteosis final de "La libertad", "Lo saben mis zapatos" o "Tu enemigo".

Con un sonido prácticamente impecable, Pablo López dio muestras evidentes en Gijón de que se trata de un autor que sabe defender sus canciones, con mucho oficio ya pese a su juventud y con una intensidad de voz que resulta ciertamente arrolladora, como un huracán venido del sur a enmendar el verano del norte.