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CRÍTICA / MÚSICA

Un recital de grandes éxitos

Un recital de grandes éxitos

Poco a poco, la música en directo vuelve a la ciudad. La semana pasada fue en la "Semana negra", y ésta en Metrópoli, con el primer concierto grande de la temporada de verano, dentro de las limitaciones que impone el coronavirus. Lo de "grande" es un decir, porque ni lo son los escenarios ni los formatos, que están en sintonía con lo reducido de los aforos. Con estos mimbres, se imponen los recitales reposados y una apuesta más por la música que por el espectáculo.

El primero en dejarse caer por Gijón fue Diego El Cigala, habitual en la programación musical de la ciudad y con una buena nómina de seguidores que no faltaron a la cita. Llegó acompañado de piano y él mismo se encargó de poner de vez en cuando algo de percusión a los boleros que mandaron en el repertorio. Vino sin nada nuevo bajo el brazo, porque la presentación de su álbum dedicado a la música mexicana va a esperar tiempos mejores, y decidió tirar de clásicos que encandilaron a un público entregado desde el mismo momento en el que el cantaor pisó las tablas.

El Bibio estaba a medio gas, el público desperdigado, como manda la normativa, pero eso no impidió que la voz de El Cigala lo inundara todo aflamencando baladas y boleros con su característico temple. Sabe mandar y adueñarse de los temas con el estilar y el dividir de los cantes desgarrados, como es el flamenco, y con el característico grano de su voz. El juego con las dinámicas fue fundamental para cargar de afecto cada tema a base de potentes ataques en los inicios de los versos que el cantaor interrumpía o prolongaba a voluntad, dejando al respetable con el corazón en un puño. Desde la grada se respiraba la emoción de un público que escuchaba en silencio y estallaba al final de cada pieza. Quizás esta es una de las ventajas del formato y del reducido aforo: la posibilidad de escuchar con más atención, de percibir mejor los matices de cada momento del concierto, aunque es verdad que en los recitales de teatro de El Cigala esta suele ser la norma.

Empezó con los boleros de toda la vida: "Te quiero, te quiero", "Un compromiso", "Inolvidable"? Todo fluía de forma complaciente y dentro del estilo Cigala. El punto de inflexión llegó con "Lágrimas negras", muy celebrada y cantada a coro por parte del público; el aire de son puso en pie a más de uno, que incluso esbozó algunos pasos de baile sin alejarse de la silla más de lo permitido. Reinó la contención, porque en otro contexto este habría sido el momento de venirse arriba hasta el final. La lluvia de una nube pasajera aguó "Corazón loco" y, ya en la recta final, "Soledad" volvió a poner el calor en el Bibio con una interpretación solemne y cargada de emoción.

Con la intensidad de "Se nos rompió el amor" finalizó un recital al que aún le quedaba "La bien pagá" como propina. Supo a poco, una docena de canciones en algo más de una hora es poca cosa para un músico con la trayectoria de El Cigala, pero la gente se fue a casa con la satisfacción de haber vuelto a escuchar a su artista en directo. Quién nos iba a decir hace un par de meses que esto iba a ser posible.

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