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Nueva senda para descubrir: el bosque del Fulminato (Oviedo)

El municipio recupera siete hectáreas de pistas peatonales entre restos de polvorines y casamatas del XIX en el corazón de una carbayera que esconde secuoyas imponentes

Nueva senda para descubrir: el bosque del Fulminato (Oviedo) LNE

Siglo y medio después de que Dionisio Thiry comprara unos terrenos en La Rodá, junto a La Manjoya, para fabricar pólvora, el municipio de Oviedo acaba de recuperar buena parte de lo que levantó en su día aquel industrial belga. Los restos de los monumentales polvorines de la segunda mitad del XIX, de las casamatas donde se manipulaban los materiales, de los pasadizos y hasta de algún refugio en caso de explosión se han ganado a la maleza que se los había ido tragando en las últimas décadas. Los caminos están despejados y se han trazado senderos orgánicos con corteza vegetal. El resultado del trabajo de casi un año de los talleres de empleo municipal, donde han trabajado quince peones, cinco oficiales y cuatro técnicos es un bosque maravilloso y único que ofrece una estampa de romanticismo industrial y naturaleza autóctona exuberante.

Un paseo por La Manjoya

Un paseo por La Manjoya

Ayer fue la visita oficial a la zona, encabezada por el alcalde de la ciudad, Alfredo Canteli, y el concejal de Economía, Javier Cuesta. El regidor animó a los ovetenses a recuperar este espacio para pasear, andando o en bicicleta, hacer deporte. "Es muy agradable", resumió. La recuperación del bosque del Fulminato llega después de que el anterior taller de empleo hiciera lo mismo con el de la Zoreda, que fue, históricamente, la extensión de la primera fábrica de pólvora cuando la dinamita y la incorporación de productores alemanes obligaron a aumentar la fábrica.

Ese otro bosque ya está recuperado y a la espera de que finalicen los estudios arqueológicos sobre hallazgos de rastros de la cultura lítica neandertal para ver qué se puede desarrollar allí. Ahora, lo que se presentó ayer, es el hermano pequeño (por extensión) pero mayor (en cuanto edad) del Fulminato.

A falta de restos neandertales, lo que los trabajadores de los planes de empleo se fueron encontrando a medida que desbrozaban y trazaban nuevos caminos fueron restos de elementos de la fábrica primitiva que se creían desaparecidos, como un curioso refugio semienterrado que serviría para refugiarse en caso de peligro de explosión a los que diera tiempo a llegar allí.

También llama mucho la atención, pese a que queda en uno de los extremos de la parcela, y fuera del ámbito de estos trabajos, la zona por la que se accede a lo que tuvo que ser en su día una suerte de jardín botánico asociado a la vivienda del director de la fábrica. Tomado completamente por el bosque y sin apenas rastros de lo que tuvieron que ser los muros de mampostería que separaban esta finca del resto del conjunto fabril, se alzan majestuosas en medio de esa zona varias secuoyas y otros ejemplares llamativos.

En un diseño de fábrica plano, donde no sobresalían apenas elementos, sólo estos árboles se alzan en el conjunto, estableciendo un diálogo con el otro elemento singular del patrimonio industrial, los restos de lo que fue la tejera de Carlos Meras, anterior a la fábrica de pólvora y una de las más antiguas datadas en Asturias. La antigua chimenea se conserva prácticamente íntegra.

Esa tejera está en uno de los paseos principales del bosque del Fulminato el que da la espalda a lo que ahora se ha convertido en una gran avenida delante de la que desfilan los restos de los primeros polvorines. Los muros de estas construcciones suman unos 170 metros lineales con una sucesión de muros de mampostería muy sólidos y muy gruesos, a prueba de posibles accidentes con el material explosivo.

Junto a estos polvorines, se conservan algunas casamatas donde se manipulaba el material cuando esta fábrica llegó a convertirse en la mayor de España de su sector, en el año 1879. Además de esos gruesos muros de exquisita ejecución y que hoy recuerdan restos de pirámides precolombinas, ayudó también a prevenir accidentes el propio bosque. La fábrica respetó la carbayera y aprovechó laureles y arces como pantalla de protección, no solo visual, frente a la actividad productiva.

El Fulminato dejó de tener actividad a principios de los años sesenta. La Zoreda, tres décadas más tarde. Otras tres para que el municipio limpie y recupere estos bosques que el Ayuntamiento espera abrir para el paseo de los vecinos en los próximos días, cuando se retiren las casetas de obra de los trabajos de la escuela taller del Ayuntamiento que ha recuperado este jardín secreto a un paso de la ciudad.

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