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Un camino de leyenda

Oviedo desvela sus misterios en la ruta literaria "Los secretos del casco histórico", un viaje a través del tiempo con relatos y anécdotas sobre la ciudad

Estévez se dirige a varios participantes en la plaza de la Catedral. M. L.

Oviedo siempre ha sido una ciudad plagada de secretos. Eso ilustró Clarín en su "Regenta" y desde la estatua que la homenajea parte la ruta organizada por la red de bibliotecas ovetenses "Los secretos del casco histórico de Oviedo". Ayer fue la primera cita de la mano de David Estévez, guía turístico asturiano, que hizo una doble sesión: a las 11 y a las 19 horas.

La primera leyenda que cuenta es la de Bermudo II y el arzobispo Ataúlfo, del siglo X. El religioso, con una mano, paró a un toro que iba a embestirle porque había ofendido al rey después de una misa en la Catedral del Salvador. En su puerta, 100 años más tarde, "aparecieron" Rodrigo Díaz de Vivar y Fernán González para anunciar a Alfonso VIII su participación en las Navas de Tolosa. El rey se encontraba pernoctando en la Catedral, al igual que muchos peregrinos que visitan Oviedo cada año. Hubo uno de ellos que dejó en la pared, al lado de uno de los arcos, un regalo muy especial: una reproducción del Santo Sudario grabada con un cincel en la piedra.

De la Catedral, a mano derecha, se atraviesa el tránsito de Santa Bárbara, el siguiente enclave de la ruta. Alicia González, de 7 años, cruza el paso asida a su madre, Mónica Freijedo. "Nosotras nos mudamos a vivir aquí hace cuatro años pero no conocíamos Oviedo", cuenta mientras intenta que su hija respete la distancia de seguridad y no se toque con la mano libre la mascarilla, el protocolo a seguir durante la visita. Y de Santa Bárbara a la Corrada, pasando por la mirada del padre Feijoo, para remontar la calle Mon hasta Cimadevilla, y finalizar la ruta en el edificio antiguo de la Universidad.

"Intentamos que sea algo distinto porque hay gente que viene y ya conoce algo de Oviedo", indica el guía. Por eso, para prepararse la ruta ha recurrido a libros y documentos, pero también a lo que no sale dentro de ellos. Él las llama "fuentes directas", que le cuentan secretos y anécdotas escondidas en las paredes ovetenses.

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