Espido Freire tiene el don de la palabra. Escrita y hablada. Lo demostró ayer por la tarde en la sala de conferencias de la Casa de Cultura. Sentada, tras una mascarilla, ante 23 personas (los que caben en la habitación con los recortes pandémicos) estrenó su monólogo "El reloj detenido". Y lo que hizo fue detener el tiempo y ganarse el aplauso continuado de los espectadores que eligieron una actividad singular dentro del singular programa de mano del Festival Celsius 232 de ciencia ficción, fantasía y terror. Y, ayer, también de teatro.

Freire es miembro de la compañía de escritores-actores reunidos bajo el nombre de "Hijos de Mary Shelley", una "troupe" que dirige Fernando Marías, que ayer sirvió de maestro de ceremonias del espectáculo.

La actriz contextualizó su fábula: ella y su madre, mayor, unos días antes de la pandemia. "Tiene una salud de roble, pero alguien tenía que cuidarla", señaló. Espido Freire entonces contó cómo pasaban las horas, cómo los días de encierro se convertían en plomo. Y ahí es cuando llega al clímax.

Los aplausos del final fueron sonoros y largos. Nadie se levantó de la mesa: Espido Freire había detenido el tiempo. "Acabamos de estrenar una función que no precisa escenografía: la tendrá".