Navegar en el Cantábrico siempre ha supuesto todo un reto para aquellos marineros que se han adentrado en sus aguas. Con la "nueva normalidad", aprender a llevar un barco de vela se ha convertido en una de las actividades al aire libre más seguras de Gijón, pero eso no quita para extremar las precauciones frente al coronavirus. Bien lo saben en la escuela de vela del Real Club Astur de Regatas, que ha retomado ya la actividad, pero "dejando a mucha gente fuera debido a la alta demanda, aparte de que solo hemos reanudado las prácticas individuales" afirma Eva Díaz, coordinadora de la escuela de vela gijonesa. El compromiso contra el covid en sus instalaciones del puerto deportivo es total y no piensan ampliar el número de alumnos, aunque la situación mejore, lo que no impide que los pupilos disfruten navegando cada día de la semana.

Tanto alumnos como monitores tienen la obligación de llevar mascarilla y usar gel desinfectante, y antes de cada jornada se les controla la temperatura corporal. A los barcos, después de usarlos, se les somete a un exhaustivo lavado con alcohol en vez de con lejía, ya que esta sustancia daña la superficie de las embarcaciones. Los vestuarios se desinfectan también al principio para poder usarlos sin ningún riego. Las duchas están inhabilitadas, y los alumnos solo pueden acceder, en grupos de cinco personas, para dejar sus pertenencias o cambiarse de ropa. "Este año se ha complicado un poco, pero los niños están muy concienciados con la situación", certifica Luis Díaz, monitor más veterano dentro de la escuela. Lo cierto es que en Gijón sigue navegando con seguridad frente al coronavirus en un verano que ya marcha a toda vela.