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La Fermette

La Fermette

Todo el mundo cree que La Fermette, en plena rasa costera entre Tapia y Navia es un sitio de cocina francesa, pero yerran de plano. Sólo algunos pocos privilegiados son conscientes de lo que allí se cuece, que no son precisamente las supuestas suculencias de los hijos de Carême, aunque ésa sea la opinión generalizada. "¡La Fermette, oh!", se escucha muchas veces, y quien lo dice abocina los labios y hace otra O con el índice y el pulgar de su diestra, sin desvelar que nunca ha estado. No piensa lo mismo quien haya traspasado el hall de entrada del establecimiento que regenta la organización ecologista Ave Felix. Dos de sus miembros o curators asen por los brazos al cliente recién llegado y le introducen en un habitáculo de madera mientras le atan las manos a la espalda. Al cubículo le falta una de sus paredes, sellada por una malla metálica, al otro lado de la cual se agolpa una serie de mirones, que algunos no dejarían de llamar voyeurs. El comensal es obligado a arrodillarse y pronto tiene ante sí un larguero repleto de pechugas de pollo hervidas. En ese momento se percata de que está bajo la luz de potentes focos de infrarrojos a los que no debe mirar, por lo que se concentra en su comida, evitando también la visión del público. Por megafonía acierta a identificar una melodía chill out, pero se da cuenta enseguida de que se le han ido las ganas de comer y escucha a los voyeurs que le animan a hacerlo emitiendo cortos y continuados sonidos. Infructuosamente, porque ya ha perdido por completo el apetito con el que había llegado. Los curators le increpan y, ante su resistencia, le bajan el slip o el panty hasta dejar el trasero al aire, momento en el que le inyectan una enorme dosis de hormonas y se le retira del lugar. Antes de partir es advertido de los riesgos que pueden correr sus familiares más allegados si traiciona el secreto impuesto, a saber, que no ha de difundirse bajo ningún concepto que La Fermette no es un auténtico restaurante francés. Algo que, como es lógico, ningún cliente osa desvelar. Al menos ninguno lo ha hecho hasta la fecha ni vuelve a probar carne de ave cautiva al advertir también que sus pechos han crecido descomunalmente desde entonces.

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