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El virus de la lectura rebrota en verano

La celebración con retraso del Día del Libro constata un aumento de la cifra de lectores: "El confinamiento nos ha devuelto el placer de leer"

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Las mejores imágenes del Día del Libro en Oviedo

Tres meses. Es el tiempo que se aplazó la celebración del Día del Libro por la pandemia de coronavirus. Pero también un tiempo en el que el virus de la lectura se ha expandido, primero con el confinamiento, enganchando a muchos jóvenes a su lectura, y ahora en el desconfinamiento. Una realidad que ayer se constató en las ciudades asturianas coincidiendo con el Día del Libro de la "nueva normalidad".

En Oviedo, los libreros salieron a la calle. "Estamos de vuelta", clamó María Jesús Polledo al sacar por la mañana varias decenas de ejemplares que tuvieron muy buena salida. "La gente está ansiosa de novela", explicó tras recibir varios clientes de lugares como Alicante, Toledo o México. "Querían pagarme en pesos", indica con una sonrisa la veterana librera de la calle del Peso. Muchos fueron los que pasaron ganas de adquirir libros durante el confinamiento y ayer aprovecharon el 10% de descuento. "Hay ganas de leer y mucha concienciación de ayudar al comercio de proximidad", resume Polledo.

En la misma línea se pronuncia Mar Prieto, presidenta de la Asociación de Libreros de Oviedo. Asegura que la novela de misterio ha sido la gran triunfadora de una jornada muy esperada por los incondicionales de la cita que se celebra habitualmente el 23 de abril. "La novela negra es un género que está claramente al alza, hoy he vendido mucho", confesaba desde su librería de la calle Tito Bustillo, donde triunfaron obras como "El enigma de la habitación 622", de Joël Dicker, o "Un asesino en tu sombra", de Ana Elena Rivera. A diferencia de otros años, las librerías ovetenses organizaron de manera individual su programa del "Día del libro" y entre las quejas apuntaron a las trabas puestas por el Ayuntamiento. "Nos exigía tanto papeleo como una terraza hostelera", lamentó María Jesús Polledo.

En Gijón, según confirman los libreros, son muchas las personas que se han enganchado al hábito de leer. De hecho, las librerías han sido testigos de cómo los días posteriores al desconfinamiento, las ventas de libros respecto al mismo mes del año anterior, aumentaron considerablemente. "Durante las dos primeras semanas las ventas crecieron de manera notable", señala Rafael Gutiérrez. En la misma línea se pronuncia José Luis Álvarez, quien cree que, "las personas que solían leer de forma habitual necesitaban nuevos libros". Es por eso que no solo los nuevos lectores han provocado ese incremento, sino que también los habituales, han salido a comprar después de unos meses sin pisar una librería. En las últimas semanas, el número de compra de libros se ha estabilizado a valores más cercanos a lo que están acostumbradas las librerías. "Al principio sí que venía más gente, ahora se ha normalizado todo" destaca José Luis Álvarez.

"Todos los que participamos de alguna u otra manera en este sector decidimos por unanimidad que este año no podía quedar en blanco", explica Álvaro Fraga, encargado de una reconocida librería de Avilés. "Evidentemente no ha sido lo mismo", lamenta. A pesar de que la crisis sanitaria ha obligado al traslado de la fecha, no hay mal que por bien no venga. "La gente se dio cuenta de que en más de 40 días de confinamiento un libro era necesario", señala Fraga. Además, el responsable de la librería agrega que entre los títulos más demandados destacan: "El infinito en un junco: La invención de los libros en el mundo antiguo", de Irene Vallejo; "El enigma de la habitación 622", de Joël Dicker; o "Y Julia retó a los dioses", de Santiago Posteguillo.

Según varios lectores habituales comentan, lo que más echaron en falta hasta el levantamiento del estado de alarma fue el olor a libro nuevo, el tacto y el ambiente que se respira dentro de una librería. "Miré alguno que otro por internet, pero poder tocar y hojear no tiene ni punto de comparación", señala el avilesino Diego Arroyo, habitual lector de novela humorística. "Como no tenía dónde comprar, leí hasta alguno repetido", asegura María Fernández, de 77 años.

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