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Campamentos poscovid

"Todo es especial, pero se puede trabajar y aprender", aseguran los docentes del programa artístico de la Factoría Cultural de Avilés

Pablo Rozada, en el taller de animación con volumen. RICARDO SOLÍS

Apenas son los diez de la mañana, y los niños, acompañados de sus padres, esperan ansiosos en el exterior de la Factoría Cultural de Avilés, en los círculos de colores que marcan la distancia de seguridad. Forma parte del protocolo sanitario: "Estuvimos con esa duda, empezar o no, pero está resultando una maravilla, los propios niños están respetando todo", explica Anabel Barrio, responsable de la entidad. Los campamentos artísticos de este año se han adaptado a la nueva normalidad: con un máximo de ocho alumnos en el aula para garantizar la distancia interpersonal. Los materiales con los que trabajan son individuales, trabajarán durante todo el campus con ellos y se guardan en taquillas personales.

Son algunas de las medidas de la Factoría Cultural de Avilés para poder completar su programa "Verano con Arte", dirigido a niños de entre 5 y 18 años. Los pequeños de 5 a 9 años realizan un taller de pintura, de canto y de cerámica. Los de 10 a 14 años practican el grabado, stop motion y cerámica; y de 14 a 18 años se enfrentan a los talleres de dibujo y tik torno. El campus, con tres turnos, de lunes a viernes, se ha adaptado a realidad poscovid. "Llevábamos muchos años haciéndolo y nos daba pena quedarnos sin él. Por un lado está la conciliación familiar, es una ayuda; pero, por otro, también es muy enriquecedor para los niños. Hay algunos que han repetido y se ve la evolución, la creatividad, que va a más", cuenta Barrio. Una de esos 'repetidores' es Victoria, natural de Palma de Mallorca, que cumple su cuarto año: "Es muy guay, me divierte mucho", señala.

Pablo Rozada, profesor de stop motion o animación en volumen, explica que la suya es una técnica que trata hacer una película a través de objetos estáticos hechos por los propios niños, que diseñan personajes y escenarios. Esta actividad, apunta, "despierta la creatividad", y los niños disfrutan creando su propio trabajo. Es el caso de Ernesto, que comenzó a construir una portería. Ya tiene listo al portero y su muñeco y pretende representar un lanzamiento de penalti, aunque todavía no sabe "si lo va a meter o parar", aclara el niños. Carlota prepara lo que será una mujer astronauta que caminará por el espacio. Lo que más trabajo le está costando es encontrar algo que sirva de casco.

Iván López, profesor de canto, subraya que su objetivo es alcanzar "el empaste", típico en coros cuando dos personas cantan al unísono de forma que parece uno. Durante la clase, los niños aprenden a dominar sus cuerdas vocales. "En grupo trabajan muy bien, los que no llegan tiran de los otros", detalla el profesor. Los niños le escuchan sentados en sillas, con más distancia de la recomendada incluso, y cuando llega su turno se levantan y cantan la canción que prefieran.

Roberto Norbiato, al frente del taller de grabado, tiene claro que este año "hay que adaptarse a las circunstancias. Todo es especial, con limitaciones, pero se puede trabajar y aprender". Durante su hora practican obras gráficas, tanto en grabado en relieve. Una de las ventajas de este "Verano con arte" es que son los propios alumnos los que deciden qué hacen, qué cantan, o qué representan. Durante la clase de Benjamín Menéndez, al frente del aula de cerámica, los niños diseñan un mural que se colgará en el patio de la Factoría Cultural. Diana Coanda, profesora de pintura, no deja de sorprenderse por cómo aprenden los pequeños. "Entienden perfectamente la situación que vivimos y se portan muy bien", indica. Junto a ella, Ángela, de 9 años, confiesa: "¡Todo lo que hay en este campus me encanta!".

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