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Hotel Montgolfier

Hotel Montgolfier

El Montgolfier no es un hotel cualquiera sino una singularidad difícil de reproducir por nadie, así que a la propiedad la competencia le trae sin cuidado, sabedora de que son únicos y lo van a seguir siendo por muchos años. Y dado que no sueltan prenda sobre su fórmula secreta, que tienen más que atada, sería casi un milagro que se filtrara.

Una familia con posibles de San Martín, los Zapico, fueron recientes clientes de este establecimiento en su último viaje a París. Allí llegaron padres e hijos hace escasas semanas y subieron con respeto la escalinata de mármol del Montgolfier en plenos Campos Elíseos, con inmejorables vistas al Arco del Triunfo. Ese día cenaron a plena satisfacción en el cercano Le Taillevent, un clásico tan caro como indiscutible, a condición de no comentar al regreso con los abuelos el importe de la factura. Y durmieron a pierna suelta en el hotel después de tomar una copa en el coqueto bar de la planta alta, abrigados por las luces de la ciudad.

Lo bueno, como siempre, comienza a la mañana siguiente, porque el descorrer las cortinas enormes del ventanal, de entre la bruma les surge una figura muy conocida, aunque no aciertan a saber de qué. "Este rascacielos me suena mucho", dice Marga, la esposa. "En los Campos Elíseos no hay rascacielos, éste parece aquel que volaron, el no sé qué Center", sentencia el hijo mayor. "Pues no, sois un par de aldeanos, porque es la parte de arriba de aquel edificio al que se subía King Kong en la película. ¿O no lo veis?", zanja su padre con decisión. "¿Entonces estamos en Nueva York?", pregunta Marga entre ilusionada y sorprendida.

El cabeza de familia les advierte de que ya les habían dicho en la agencia que esto era así, que en el Montgolfier sabes siempre por dónde entras pero nunca por dónde sales. De modo que la visita que pensaban hacer al Barrio Latino habrán de cambiarla por otra a la Quinta Avenida, que no es moco de pavo. Y ésa es la gracia de este establecimiento que también redecoran cada noche, por lo que al levantarse uno se encuentra cada mañana con interiores y exteriores diferentes. Por eso mejor no hacer planes y pasar la jornada como quiera el destino, el director para ser más precisos. Con un poco de suerte mañana la Plaza Roja y en el pueblo no van a dar crédito a lo que oigan.

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