En Candás, coincidiendo con lo que debía ser la Fiesta de la Sardina -víctima del covid-19- los únicos que llegaron a la distancia íntima fueron los peces posados juntos en la bandeja. Los fiesteros no pudieron enlatarse en los locales y tuvieron que optar por la mascarilla que guardaba el fuerte aliento a mar.

El vermú estuvo animado, como se esperaba; las reservas, a tope. Ya lo había advertido Ángel Martínez "Repinaldo": "Está todo reservado y daremos como mínimo 150 kilos de sardina hoy".

En su establecimiento, la tarde comenzó tranquila. Él no estaba, tampoco había llenazo aún, pero su esposa, Feli Espinosa, no daba abasto. "Estoy a tope, la sardina está muy buena, con mucha grasa, pero la mascarilla da mucho calor", comentaba, con su modelo adornado con la bandera de Asturias. Y es que, a falta de modelitos a estrenar -se optó mucho por ir de sport-, el desfile fue de tapabocas de diseño, predominando el negro sobrio. Pegaba este con el día plomizo y con el silencio de las seis de la tarde camino al puerto, solo quebrado por un ritmo caribeño que salía de algún local.

Ya en el muelle, en El Pescador, la leonesa Mari Luz Rodríguez sí que se saltaba la distancia para darle algún arrumaco a su pareja, José Manuel Blanco, que miraba las sardinas con lujuria. Ellos se empeñaban en sacar lecturas positivas: "Hay que disfrutar como se pueda; el arcoíris está ahí, aunque no lo veamos".

Coincidiendo con sus palabras, Abraham Riego arrancó su gaita y sonó "El Chalaneru". En la terraza del Tresmallu, Marcos Neira y su familia estrenaban sardinas y pronto llegaron las charangas, dando paso a la noche marinera y mascarillera.