Palancas, botones, pistolas, volantes con freno... Un juego arcade. Por unos minutos, la plaza de la Catedral es una máquina recreativa de videojuegos y todos son participantes. Pero hay cinco jugadores: los cuatro bailarines de la compañía "Proyecto Piloto" y su coreógrafo, al mando de la música, que consiguieron que Oviedo viajara ayer a los años 80, con su espectáculo de danza contemporánea "Play Again".

Hay cuatro pantallas y cuatro jugadores: Arkanoid (Mayte Suso), Tetris (Andy Bilbao), Pacman (Alba Valdés) y Pang (Pablo Dávila). Y entre ellos interaccionan buscando la sintonía sin olvidarse de los rasgos peculiares de su personaje. Se oye un grito. Es Pang. El resto le sigue, con movimientos cortos e hipnóticos y caminan jugando. Hay un hilo conductor: la música de Violeta Nureyev, que sale de dos altavoces en el escenario improvisado pegado a la fuente, un elemento más de la escena.

Los personajes entran y salen del videojuego. Cada uno está en una caja imaginaria, y mediante el baile huyen y regresan a ella. "Una persona equivale a una historia, en la que todos viven dentro de la máquina, pero también rompen con ella. La danza aquí es un juego", explica Nacho Cárcaba, el creador de la coreografía junto a Rebeca Tasses. Su trabajo está basado en la escucha, el espacio y las personas; las que bailan, las que están sentadas en las sillas y las que observan desde lo alto de la barandilla que rodea el escenario o detrás de las vallas del recinto.

La idea con la que Nacho Cárcaba creó este espacio era que la gente saliera de su zona de confort y probase cosas distintas. Por eso, los bailarines no tienen un guion estipulado, sino que con mirarse se coordinan. "Cada espectáculo es único y efímero. Es un sistema de vértigo. Saltamos, disfrutamos e improvisamos. No hay errores, no hay nada fijo, sino que como la danza, vamos cambiando", indica el coreógrafo. Esto es un símil de cómo ve él la vida, en continuo movimiento. Comenzó en el mundo del baile hace 11 años, a los 29. Antes, estudió logopedia y encontró trabajo en el sector inmobiliario. Pero llegó la crisis y su mundo se hizo pedazos, entonces encontró un refugio en la danza. "Vivimos en un mundo lleno de cajas y etiquetas. Este espectáculo es para abrir espacios físicos y también mentales, como bailar", concluye, en una suerte de metáfora de su vida.