Asturias cuenta con un helicóptero único en España, el medicalizado de los Bomberos. Una aeronave singular para hacer, sin más apoyos físicos ni materiales, rescates y atenciones médicas "in situ" en condiciones siempre especiales y tensas.

Poco se sabe sobre el hacer del equipo que está a bordo (un piloto, dos rescatadores y un médico rescatador), siempre en formación y entrenamiento constantes. Se trata de personas que salvan vidas con sus decisiones y su calma en los momentos críticos.

Ayer, los cuatro se desplazaron a la playa valdesana de Cueva para realizar un ejercicio práctico. Se trató de un entrenamiento con los socorristas, personal que necesita saber qué hacer cuando una persona está en apuros en el arenal, dentro o fuera del agua, y es necesaria la intervención del helicóptero.

Lo primero que deben saber los vigilantes es que hay que llamar "sin miedo" al teléfono de emergencias (112). Ante la duda, "siempre es preferible comunicar lo que pasa", explicó el rescatador Antonio Villena.

El médico rescatador Fernando Iglesias detalló que en el intercambio de llamadas hay que contar cómo está el herido. "Se trata de una exploración a primera vista; nos ofrece mucha información la consciencia, la capacidad respiratoria y si está en shock; también la palidez, la inquietud y si tiene fracturas...".

Después de comunicar la necesidad, el suceso y el estado del paciente, los vigilantes siempre deben de tener en cuenta que la aeronave tiene que aterrizar, hacer un apoyo o realizar la maniobra de retirada de la persona herida con la grúa (que tiene 54 metros, como un edificio de 18 pisos de altura). "Por ello debemos conocer la meteorología", explicó el piloto, Alfonso Vega.

Es posible que esté despejado en primera línea de costa y que haya bruma en el interior (una estampa frecuente en Asturias), "y siempre hay que contarlo porque de este modo sabemos por dónde acceder y qué maniobra hacer". En caso de aterrizar, debe marcarse un espacio infranqueable gracias a los socorristas. Ni personas cerca ni materiales que puedan volar, "y ojo con los perros porque les atrae el rotor de cola", destacó Villena.

Al final, no puede estar cerca nada que pueda volar y el socorrista debe indicar siempre la dirección del viento en el momento de aterrizar. Así, un vigilante debe de estar siempre de espaldas al viento, de rodillas y con los brazos abiertos. También llevar gafas porque la arena puede jugar una mala pasada. Una vez hecho el aterrizaje, los vigilantes solo podrán acercarse a la aeronave si lo pide el rescatador. El equipo especial procederá a sacar la camilla y, siempre con las directrices del médico rescatador, evacuar al herido. Desde este punto de Valdés se llegaría en cuatro minutos al hospital de Jarrio, en ocho al San Agustín de Avilés y 10 al HUCA. En la playa de Cueva, el aterrizaje, el despegue y la propia práctica generaron muchos interés entre los bañistas. "Es un lujo de servicio público", se escuchó entre el público.