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Maxi Llamedo, paladín del Sella

"Este río no solo se baja, se disfruta", dice el que fuera ganador del Descenso, que hará el recorrido 90 veces este año por la efeméride de la prueba

Maxi Llamedo y su hija Elena, el viernes, iniciando el descenso. MIKI LÓPEZ

Si existiera en el Sella una Orden del Temple, los Llamedo serían, sin lugar a dudas, los fieles defensores del cauce, sus paladines. Protegerían sus aguas como el bien más preciado de una tierra que ha crecido a su alrededor. Y defenderían la supervivencia del río como uno de los valores más importantes a resguardar.

No importa lo que suceda alrededor, su vida gira en torno al río que les vio crecer, generación tras generación. Y Maxi Llamedo es solo un ejemplo de esta tradición innata que no sabe explicar. "El Sella es especial, pero no solo por el descenso, el río lo es, sus alrededores también, el Sella no solo se desciende, se disfruta", asegura con el brillo especial de aquel que habla creyendo realmente en lo que cuenta.

Este año el Descenso debería haber celebrado su 90.º aniversario. Pero no ha podido ser. Ni ha habido fiesta, ni ha habido honores. Pero cada uno hace su particular homenaje. Llamedo, por ejemplo, decidió ya el año pasado que en 2020 bajaría el río 90 veces. Y en ello está.

El viernes, víspera del gran día, lo hizo con su hija Elena en el que era su descenso número 58 del año. Él, un hombre de corte serio y de trato afable, se emocionaba tímidamente mientras ajustaba la parte de la popa donde iba a ir sentada "la cría". No es casualidad ni el día ni el número. "Yo nací en 1985 y él en 1958, los dos el 3 de septiembre", cuenta la joven, así que creyeron que era una buena manera de rendir(se) un tributo. "Nos presta", a los dos, así que "al agua juntos".

La crisis sanitaria truncó los planes, pero Llamedo sabe mucho de remontar y de esforzarse, así que ahora intenta ajustar su contador "bajando por semana y los fines de semana, para que nos dé tiempo a hacer los 90". A veces baja solo, otras acompañado. Depende del día, de las ganas y del tiempo que tenga.

Tiempo era lo que le faltaba, también, cuando era joven, por eso no pudo competir todo lo que le hubiera gustado, pero realmente es raro el día que falta al Sella. "Bajo casi todos los días en invierno y verano", confiesa. No compite, pero sí entrena. Y vive el río como si fuera la primera vez que lo desciende, pero conociendo cada palmo, cada rabión, cada obstáculo y cada espacio que atraviesa.

La victoria que Llamedo cosechó cuando quedó con su hermano Emilio campeón del Sella (1984) tuvo más mérito de lo que nadie supo nunca, porque no se lo contó a nadie. "De aquella trabajábamos en la construcción diez horas diarias y teníamos que sacar tiempo para hacer dos entrenamientos de hora y media al día; lo sacábamos", recuerda. Tres horas de piragua y diez de andamio. Mereció la pena. Aquella batalla contra el crono duró dos años. En 1983 hicimos quintos y en el 84 primeros. Aquel día victorioso colgó el remo y decidió que el Sella había que vivirlo con más tranquilidad, compitiendo, pero a otro ritmo. "No teníamos tiempo para hacerlo a un nivel alto", lamenta.

En su memoria guarda aquella victoria como algo hermoso. "Ser ribereño y ganar el Sella tiene un plus" que inevitablemente revuelve algo por dentro. Pero la victoria no siempre aporta la satisfacción del día a día. "El Sella es mucho más que un río para los que crecimos jugando en su orilla", apunta. Y el trayecto "cada día se me hace más corto; baje a más o a menos ritmo, cada vez que bajo lo disfruto más", asegura. Hay días que baja "apretando" en K1 y completa el recorrido hasta Llovio desde Arriondas en hora y cuatro minutos. Si el río está alto le suma otros cuatro minutos. Y añade 14 más si la meta la fija en Ribadesella con la marea alta. El viernes, con su hija, "tardaremos hora y media" porque el objetivo es "disfrutar del río" y sortear las miles de canoas de las empresas de turismo activo que se han convertido "en una fuente que da trabajo a muchos jóvenes".

Llamedo, si puede, sale al río antes de que la marea de colores inunde el caudal. Ayer lo hizo así de nuevo: salió por 59.ª vez este año, esta vez con Juan Carlos Sierra, un cuarto de hora antes de que se abriera la veda turística.

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