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Orquesta a la fuga

La lluvia impide que Oviedo Filarmonía finalice su concierto con dos composiciones de Haydn

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Concierto de la Oviedo Filarmónica

Suena el timbal, pero no al ritmo del "Concierto para oboe en do mayor" de J. F Haydn, que se estaba interpretando ayer en el claustro del edificio histórico de la Universidad: era la lluvia, que irrumpía en el escenario, en pleno solo de oboe de Lucas Macías, el director de Oviedo Filarmonía, que en esta ocasión, tocaba además de conducir a la orquesta. "Lamentablemente, tendremos que suspender el concierto. Estaremos aquí el jueves, si el tiempo lo permite", dijo dirigiéndose al público. La respuesta no se hizo esperar: aplausos y gritos de "maestro", mientras el resto de músicos esperaban atechados en los soportales del noble edificio.

En menos de cinco minutos, entre componentes de la orquesta y miembros de la organización retiraron, tras el gesto de Lucas Macías, los atriles, sillas e instrumentos del escenario. Hubo segundos de incertidumbre mientras el público sacaba sus paraguas y apenado se dirigía a la salida. No habían transcurrido ni veinte minutos desde que comenzó la interpretación. De hecho, la orquesta no logró alcanzar ni la mitad del programa. A mitad del segundo movimiento de la primera pieza, el director tuvo que pedir a sus músicos que abandonaran el recinto. Si no lo hubiera hecho, instrumentos y partituras podrían haber resultado dañados.

Puntual como un reloj, a las 20 horas Lucas Macías apareció envainando su oboe en la mano izquierda. La derecha la tenía libre para dirigir a sus músicos. Saludó al concertino desde la distancia y con el codo, y sin mascarilla, miró hacia el claustro para explicar el programa: "Haydn solicitó que el tercer movimiento de la Sinfonía n.º 44, en mi menor se tocase en su funeral". Esta pieza es de periodo "Sturm und Drang" (Tempestad e Ímpetu) y se conoce como "Trauer" (Fúnebre), y sonó en el cortejo del músico. Sin embargo, la tempestad no llegó a escucharse en el claustro.

Después de la presentación, Macías se giró hacia sus músicos y con la mano libre, les fue dando entrada: violines, violas, violoncelos, contrabajos... Cada uno en su atril individual, ya que con las nuevas medidas contra el coronavirus no se les permite compartir partituras. Entonces comenzó la primera pieza, el "Concierto para oboe en do mayor", de Haydn. Se trata de una obra compuesta alrededor del año 1.790, y que se cree que estaba destinada a resaltar el virtuosismo de los músicos de la corte de Esterházy, como la gran parte de sus composiciones. Y por la mirada asombrada de un público entregado, en un claustro donde en los silencios de la orquesta no se oía absolutamente nada, Lucas Macías consiguió el objetivo que se había marcado Haydn al componer esta obra.

La orquesta alternaba la mirada entre el director y la partitura. A su vez, Lucas Macías se giraba para dirigirse hacia el público cada vez que interpretaba un solo. Toda la partitura estaba en su cabeza, en un formato pregunta-respuesta con la avezada orquesta. En la pregunta, solo acompañaban las cuerdas. En la respuesta, toda la Oviedo Filarmonía.

Los músicos son los últimos en dejar el edificio y, mientras tanto, una madre con su hijo abandona el recinto:

-¿Cuánto quedaba, mamá?

-Más de la mitad del concierto. Una pena.

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