Hay alertas naranjas, prohibición de fumar a dos metros de tu conviviente y ganas de que el mundo siga rotando? como cuando entonces. Se ha notado que el teatro Palacio Valdés, estos días de "fiesta", así entre comillas, vuelve a ser una fiesta, más o menos, gracias a la compañía de José Rico, que es a Avilés lo que Shakespeare al Londres isabelino, aunque Rico sea de Illano y el bardo de un poco más allá, a orillas del río Avon, a distancia de cuarentena.

Rico y su compañía han montado un espectáculo que es como la historia entera del teatro Palacio Valdés, pero contenida en un recipiente de esencias de París. El teatro y yo, señora, somos así de internacionales. Más que el centro internacional y cultural del otro lado de la ría, que sigue aguardando a que la nueva normalidad se haga antigua para empezar a programar algo más de lo que lleva la ciudad a su ribera.

Marta y María, las criaturas de Palacio Valdés, reciben al personal en el vestíbulo del Palacio Valdés, una Marta y una María en plan esculturas favilescas revividas (Ana Blanco y Natalia Suárez Ríos). De allí, al patio de butacas, con señales de posición en la platea y con Romeo (Enrique Dueñas) y Julieta (Vanessa Estraviz) desde el balcón de un palco. José Rico ha montado un espectáculo para un siglo entero. Y eso mola. Mola porque en poco más de una hora se cuenta todo lo necesario para saber que el Palacio Valdés es lo penúltimo que queda de la época burguesa de un concejo con ambiciones donostiarras, que hubiera podido decir Juan Carlos de la Madrid, que está contando cada domingo en este periódico la historia de un edificio que es mucho más que un edificio.

La encarnadura del escritor que lo nombra (José Rico) lo explica cuando el espectáculo llega al final, cuando el espectador entra en la sala de prensa del odeón de Manuel del Busto, el arquitecto que puso buena cara a Avilés y que Avilés premió con una lápida en la entrada principal de su teatro. Y hala, ya está.

La visita guiada es una antología de lo más extraordinario que pasó por el teatro Palacio Valdés: la zarzuela del avilesino "El imposible mayor en amor le vence Amor", de Francisco Bances Candamo. Y el "Ricardo III" de Kevin Spacey y Sam Mendes, una promoción del anterior equipo directivo del Niemeyer, el del condenado Natalio Grueso, un espectáculo transmemorial que se materializa con otro "Ricardo III", el que reescribió Milio Rodríguez Cueto y materializó el propio José Rico hace ya unos añitos, uno de sus mejores espectáculos. Este, que hubiera podido ser sólo una animación, se convierte en esencia pura de un arte centenario. En este año todo vírico. Verídico.