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Publica “En blanco” Coloma Fernández Armero Escritora gijonesa

"Asturias es un espacio salvaje que no acabo de atrapar”

“El deseo de cualquier tipo me parece que es un caos sin leyes, me fascina como fuerza bruta, como gasolina de la vida; a los veinte años el amor me tenía hipnotizada”

Coloma Fernández Armero.

Coloma Fernández Armero (Gijón, 1962) publica tras unos años de silencio literario su cuarta obra, la novela “En blanco”. La protagoniza una mujer de 50 años, Inés, profesional liberal, acomodada, casada y con dos hijos ya adolescentes, que toma la decisión de dejar de teñirse las canas.

–¿Qué le pasa a “Inés” que últimamente grita tanto?

–Inés está mutando sin ser muy consciente de ello y los cambios asustan, dan miedo. Grita de puro desconcierto.

–¿Le han salido canas escribiendo la novela?

–No, ni una. Ya venían todas de meses atrás. Escribir me da más energía de la que me quita.

–¿A Inés le pesa el paso del tiempo?

–Pienso que no. El paso del tiempo le da la posibilidad de poner el marcador a cero y reiniciarse. Encontrarse con la hoja de su vida en blanco en plena madurez.

–¿Qué tienen los años 80 para que seduzcan tanto a tantos?

–En mi caso, me seducen porque han sido los años en los que tenía 20. Creo que la época más importante para cada uno es la que ha vivido con esa edad. A parte de esto, fueron los años que vinieron después de un periodo muy gris. Ya solo por este contraste, son importantes.

–¿Qué cosas de la vida se han ido destiñendo en su vida?

–La búsqueda de un par, de una pareja. Tener mucho sueño por haber trasnochado. No saber decir que no.

–¿El amor tiene instrucciones de uso?

–Para mí el amor de pareja ha venido sin instrucciones, y así me ha ido…

–¿Cuál es la responsabilidad de un escritor hoy en día?

–No me atrevo a generalizar. Mi búsqueda como escritora es emocionar y compartir una manera de ver las cosas, que siendo propia y particular, de pronto el lector la hace suya y esto me encanta.

–El deseo tiene leyes?

–El deseo de cualquier tipo me parece que es un caos sin leyes. Me fascina como fuerza bruta, como gasolina de la vida. Por algo tan tonto como un café, yo puedo hacer esfuerzos titánicos. A los veinte años el amor me tenía hipnotizada. Por mis primeros amores sentía un impulso desmedido, no había nada más que eso.

–Hace 21 años fue elegida como una de las firmas literarias revelación. ¿Qué queda de ello?

–Quedan tres libros preciosos y mi primer editor, David Trías, que aún hoy es mi guía. Pero tengo la sensación de que es a partir de “En blanco” cuando digo de mí misma que soy escritora. Voy con algo de retraso y me siento una revelación ahora, veinte años después.

–¿Le gustó la película que hizo su hermano Álvaro en Gijón?

–Me hizo redescubrir la ciudad. No es solo amor de hermana. Realmente, en “Si yo fuera rico”, Gijón está fotografiada de forma espectacular.

–¿La publicidad le dio alguna enseñanza para la literatura?

–La publicidad me dio mucho: el ritmo, la condensación de ideas, las frases cortas y con fondo, pero sobre todo un entrenamiento ­diario.

–¿Con qué noticias se tira de los pelos?

–Me duele la violencia de género y la muerte de la víctima y el verdugo. Creo que la sociedad también debería poner la lupa encima del agresor para intentar primero controlarle y después reinsertarle. Así, igual hay un verdugo menos y una víctima menos.

–¿Conserva su primera cana?

–Durante muchos años la he tenido guardada en una agenda “Luxindex” que ahora tiene mi hija. Tendré que preguntarle a ella.

–¿Tiene el “alma extraviada”?

–A veces tengo esa sensación. La de no estar conectada con las cosas, la de “ver” diferente. Por eso, recibir comentarios de la novela es apasionante. Percibo que mucha gente siente del mismo modo y me enchufo de nuevo. El alma vuelve a casa.

–Si el pelo “no es el asunto”, ­¿cuál es el asunto de la novela?

–Hay varios asuntos. El central es la historia de una metamorfosis. También, la paradoja de que los vínculos familiares y personales, que habitualmente pensamos que son tan fuertes, pueden deshacerse en un instante, como el jabón. Y otro tema es el de la trascendencia que, a veces, tienen gestos banales como el de dejarse de teñir las canas. Hay grandes gestas que han comenzado por hechos minúsculos.

–¿De qué colores le gusta teñir sus palabras?

–De blanco (para seguir con la promoción). Me gusta ser alegre y precisa en la manera de comunicarme. Un palabra bonita y bien dicha es una flecha.

–¿Se siente “medio viva o medio muerta”?

–Aunque soy muy vital, también reconozco mi conexión con la muerte. Además, me gusta mucho dormir que, de alguna manera, es morirse durante ocho horas.

–¿Es más cómodo encargar un burrito de pollo que abrazar a un hijo adolescente?

–A mí, ser cariñosa físicamente me cuesta un mundo, aunque muera de amor. Mi hija en ese sentido es estupenda y yo un tanto “erizo”. Las cosas materiales no deberían ser nunca moneda de cambio, pero en mi caso a veces lo son.

–Inés conoció a “Marido” en Ribadesella. ¿Buen sitio para enamorarse?

–Ribadesella me encanta. Me parece muy cosmopolita en sus construcciones. Es un sitio muy adecuado para enamorarse, pero con pena diré que nunca me ha sucedido.

–¿Qué tienen los agujeros negros que atraen tanto?

–A mí los defectos me enamoran casi tanto como las virtudes. Una persona llena de talentos y de equilibrio me parece que no encajaría conmigo.

–¿Escribir tiene algo que ver con “robar manzanas”?

–Tiene mucho que ver. Estamos continuamente influenciados por impactos y cosas que han creado otros. Sin ser conscientes todos somos un poco ladrones de manzanas.

–¿Un lápiz le hace feliz?

–En mi época como redactora de publicidad era muy joven y tenía un sueldazo. Escribía con lápiz y me fascinaba pensar que me ganaba la vida con una herramienta de trabajo tan sencilla.

–¿Ser madre es el estado de máximo egoísmo?

–En cierto aspecto sí, por lo menos como yo lo vivo. En el sentido de referir todo a uno mismo. Vamos acotando a nuestros hijos en función de nuestros miedos, vamos marcando los posibles caminos a su felicidad según nuestra propia idea de lo que es ser feliz. Una madre carece de objetividad. Un hijo es algo tan pegado a uno que el altruismo no cabe.

–¿Qué le hace apretar puños?

–A mí me tumban los problemas pequeños y cotidianos. Con los problemas grandes soy muy peleona y aprieto los puños, pero para luchar.

–¿Asturias es un espacio dulce?

–Más que dulce, Asturias para mí es un espacio salvaje al que no acabo de atrapar. Es la infancia y, sobre todo, es Rodrigo, mi padre.

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