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De guapo subido |12| Riodeporcos (Ibias)

Un pueblo pensado para las personas

Su acceso por un puente colgante, sus emparrados y su arquitectura tradicional son atractivos singulares de Riodeporcos

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Pueblos guapos de Asturias: Riodeporcos (Ibias), al que se llega cruzando un puente Demelsa Álvarez

Un puente colgante de uso exclusivo peatonal es la principal vía de acceso al pueblo ibiense de Riodeporcos. Cruzarlo es realizar un viaje en el tiempo. Volver al silencio de la naturaleza, solo roto por las voces de sus vecinos, entre ellos también niños, o algún visitante, lo que demuestra que el pueblo sigue vivo. Un camino de tierra lleva al centro de la localidad y al recorrerlo se descubre una de sus señas de identidad: los emparrados, que junto a la preservación de la arquitectura tradicional en sus construcciones confieren a Riodeporcos un encanto que enamora a todo aquel que se atreve a conocer la Asturias más alejada de la zona urbana.

De ello da fe la canguesa Belén Liste, gerente del grupo de desarrollo rural Alto Narcea Muniellos, que participó en la encuesta que en junio realizó LA NUEVA ESPAÑA a cien asturianos para encontrar los 20 pueblos más guapos de la región. Ella se decantó en primer lugar por Riodeporcos (Ibias), que consiguió entrar en el ranking en el puesto número 12, después de Bandujo (Proaza), Lastres (Colunga), Bulnes (Cabrales), Cudillero (Cudillero), Tazones (Villaviciosa), Puerto de Vega (Navia), Viavélez (El Franco), Sotres (Cabrales), Castropol (Castropol), San Emiliano (Allande) y Llanes (Llanes).

Para ella, Riodeporcos es un ejemplo de belleza, peculiaridad y resiliencia. Empieza destacando el emblemático acceso al pueblo por el puente colgante de tablones de madera que sortea el río Navia. Precisamente, no contar con un acceso rodado directo es lo que ha permitido que esta localidad ibiense haya llegado con la belleza de antaño prácticamente inalterada hasta nuestros días.

“Si esto no parece suficientemente único y encantador, sí lo es atravesar el pueblo por un entramado de caminos emparrados, que son parrales de aldea que cubren buena parte de las calles con vides, lo que embellece aún más la vista, dando sombra en verano y siendo vendimiados en octubre”, recalca Belén Liste.

Geli Nieto y José Manuel López, bajo un emparrado.

Precisamente los emparrados, viñedos y las huertas que salpican todo el pueblo hablan del microclima del que disfruta Riodeporcos. El lema turístico con el que es conocido el concejo de Ibias es “el sol de Asturias” y en este pueblo se reafirma, puesto que suele tener casi siempre hasta dos grados más de los registrados en la capital del municipio, San Antolín de Ibias.

Otra particularidad que dice mucho de Riodeporcos, situado en una península fluvial, es que presume de ser de los pocos núcleos rurales de la zona que en los últimos 20 años ha ganado población. En la actualidad cuenta con ocho habitantes diarios, que ocupan tres de sus seis casas. Las tres restantes cuentan con inquilinos en fines de semanas y periodos vacacionales, especialmente en verano, lo que hace que en algunos momentos del año la población se duplique.

Vistas al río Navia y las montañas desde el pueblo. | D. Á.

La primera de los nuevos pobladores en caer rendida a los encantos de Riodeporcos fue Elma Andrés, que llegó con su familia hace unos 22 años. Allí instaló su vivienda, pero también su negocio y forma de vida, creando un alojamiento de turismo rural que complementa con una tienda de artesanía y cosmética natural que elabora ella misma. El Chao del Castro es el nombre con el que se conoce su establecimiento, que está situado en la zona alta del pueblo, en una propiedad que reúne llamativas edificaciones cargadas de historia. Destacan dos paneras, un palomar y llama la atención una bodega exenta a la casa en cuyo interior aún se puede descubrir una antigua prensa de viga. Completa la posesión una casa más, que durante años, hasta la década de los setenta, fue la escuela a la que acudían los niños de Riodeporcos y de Bustelín (actualmente deshabitado).

Lo que más le gusta de su pueblo es que es un lugar “pensado para las personas, no para los vehículos y eso engloba todo, significa silencio y que su fisionomía no haya cambiado”. Además, destaca de él que es perfecto para cultivar, soleado y situado cerca del río y enclavado en una zona montañosa. Unas características que cautivan a sus huéspedes, que suelen repetir visita y que en algunos casos le llegaron a preguntar por la posibilidad de comprar una casa o cabaña para tener allí su propio refugio. Algo imposible ahora mismo, con todo ocupado.

Elma Andrés, a la entrada de su casa, con la panera a su espalda.

Más suerte tuvieron Eugenio Ortiz y Flori Mínguez, amigos de Elma Andrés, que descubrieron este rincón de Ibias gracias a ella y quedaron prendados. Tanto, que decidieron crear en él su particular oasis para escapar de Oviedo. Hace 17 años compraron una casa que llevaba deshabitada unos 28 años y la devolvieron a la vida. “Esto es un paraíso, es un sitio muy especial”, asegura Flori Mínguez, que destaca la tranquilidad que han encontrado en él y su microclima. “Mientras en Oviedo está lloviendo, aquí tenemos sol”, subraya.

Su casa también está situada en un atractivo enclave. Escondida tras unos grandes portones de madera, al salir de ella se encuentran en el centro neurálgico del pueblo, protegido por la sombra de un enorme nogal y de un cuidado emparrado que se extiende camino arriba hasta llegar a la pequeña capilla dedicada a San Roque. Santo al que aún honran con una celebración –hasta la llegada de la pandemia– el 16 de agosto, que incluye una comida comunitaria que une a todos los vecinos. Una tradición que esperan volver a recuperar una vez que la situación sanitaria lo permita.

Flori Mínguez y Eugenio Ortiz en su finca.

En este punto central del pueblo es fácil sorprenderse al escuchar, en medio del silencio, las risas y juegos de los hermanos Enol y Noelia González, de 11 años, que llegaron a vivir al pueblo junto a sus padres, Merce Pérez y Leo González, hace una década.

Entre los nacidos en el pueblo está José Manuel López, más conocido por todos como Manolo, que tuvo que marcharse de joven para labrarse un futuro, después de que el proyecto de crear un embalse en la zona –que además iba a contar con un centro de formación ubicado en Riodeporcos– se cancelase. A pesar de ello, nunca perdió el arraigo y asegura que junto a su mujer, Geli Nieto, pasan casi la mitad del año allí y que a las generaciones que les siguen también les gusta pasar tiempo en la pequeña localidad. Por ello, confiesa que cree que Riodeporcos “no morirá nunca” y subraya que “es de los pocos pueblos que puede decir que creció y remontó, así que ahora estoy convencido de que no se muere”.

Un emparrado en el centro de Riodeporcos.

Asegura Manolo que conseguir que el pueblo siga luciendo tan guapo es mérito de los vecinos. “Lo mantenemos así de bien a base de sacrificio y trabajo, aquí todos tenemos mucha ilusión por el pueblo, por hacer cosas en él y peleamos por conservarlo”, asevera. De hecho, él tiene el proyecto de volver a recuperar y extender el emparrado a todos los caminos del pueblo, como cuando él era joven. Describe que, entonces, ya desde la salida del puente el emparrado protegía a los caminantes hasta la zona alta. El Riodeporcos de antaño tiene presente y futuro.

LOS DATOS

¿Cómo llegar?

Desde Oviedo, hay que circular por la A-63 y tomar la dirección hacia Cangas del Narcea. Seguir por el corredor del Narcea (AS-15) hasta el pueblo de La Regla. Tomar el desvío a la derecha a San Antolín de Ibias. Seguir la carretera del Pozo de las Mujeres Muertas (AS-29) y tras descender el puerto se llega a un cruce. Seguir en dirección Fonsagrada y en unos kilómetros se encontrará, a la izquierda, el desvío a Riodeporcos.

No perderse

La ruta de senderismo “Desfiladero de Bustelín” (PR.AS-27). Es una ruta circular de 16,9 kilómetros que parte de la zona alta de Riodeporcos, al lado de la casa Chao del Castro, y que lleva a los pueblos de Bustelín, Penedela, Peneda y Busto.

¿Qué dicen?

No se sabe con certeza el porqué del nombre de Riodeporcos, pero los vecinos piensan que puede deberse a la abundante presencia de jabalíes (porcos en gallego) en la zona. En el pueblo tampoco se escapan a las visitas del oso, cada vez más frecuentes, y que han obligado a los vecinos a desistir de mantener sus colmenares.

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