Ramón Prada regresa a Lorient. El compositor de Cangas de Onís estrenó ayer noche su obra “Tierra” coincidiendo con el 50.º aniversario del gran festival intercéltico de la Bretaña francesa. En el currículum de Prada están su participación en la Exposición Universal de Shanghái en 2010, el “Proyecto MUMS” y “The LEV Concert”, donde ha fusionado el mundo clásico y popular con la música experimental y la electrónica. Su obra “Trinity”, creada junto al artista visual Óscar Sol, une la danza experimental interactiva con la música y la imagen generativa y ha sido representada dentro y fuera de España. También representó a Asturias en la Exposición Internacional de Zaragoza en 2008.
–¿Cómo llegó a usted esta obra?
–Me la encargaron en 2019 para el festival, la terminé de hacer los meses de verano de 2020 y la íbamos a estrenar ese mismo año, pero por motivos de la pandemia la estrenamos este 2021. Su propósito era representar la cultura céltica asturiana con sus diferencias y semejanzas de las otras obras realizadas por los demás países que colaboran en este macroproyecto de música céltica. Entre ellos, Bretaña, Gales, Escocia...
–¿Cómo fue el proceso creativo?
–La planteé a raíz del número 3, sagrado en la cultura céltica. Está dividida en tres partes y cada una representa una zona de Asturias: Oriente, Occidente y Centro. En esta obra hay muchos músicos implicados: entre ellos, Abraham Cupeiro, tocando el carnyx; José Ángel Hevia, tocando la gaita asturiana, y Xosé Ambás, poniendo voz a la tradición.
–Un gran plantel de colaboradores.
–Sí. Hevia toca la gaita asturiana y Ambás interpreta dos cantares en la parte central del espectáculo. También están Cupeiro y Ramsés Ilesies en percusión tradicional.
–¿Alguna curiosidad relevante que se pueda ver y escuchar en “Tierra”?
–Pues el músico Ramsés Ilesies, que utiliza percusión tradicional, también toca dos instrumentos creados por mí para esta obra. Uno de ellos nos sirve para evocar el sonido rural de muñir las vacas, a este lo he bautizado como “muñófono”, y otro para evocar el sonido de machacar la manzana, a este lo denomino “mañófono”. Son dos elementos de una cultura que se mama en los pueblos cargados de identidad, y ese es el fin de este proyecto al final.
–¿Cuáles fueron sus inicios como músico? ¿Siempre tuvo claro su vocación?
–Siempre tuve claro que quería hacer música más que interpretarla. A los 6 años de edad comencé a tocar el órgano bajo la batuta de mi padre, músico de profesión. Hice mis estudios en el Conservatorio de Oviedo, donde estudié Composición. En mi profesión siempre necesitamos del intérprete para hacer realidad nuestro trabajo.
–¿Cómo definiría su estilo musical?
–Siempre trato de crear algo distinto y hacer un tipo de música ecléctica, sin prejuicios; si es música y consideras que es bueno, no hay más. Me gusta mezclar el estilo sinfónico con el tradicional. Como consumidor escucho todo tipo de música sin diferenciar en etiquetas, desde música clásica, del siglo XX, rock, pop... intento estar al día de la actualidad musical, creo que eso se refleja en lo que hago.
–¿Cómo es su proceso creativo?
–Esas cosan llegan, la inspiración puede llegar en cualquier momento, lo suyo es que te pille cerca de un piano. Por ejemplo, cuando leí la novela “La noche celta”, del autor Juan Noriega, en el año 1995, me inspiró a hacer una banda sonora para esa obra. De hecho, tuvo éxito, se estrenó en Francia en el año 98, aún estaba estudiando y fue cuando me di cuenta de que podía.
–¿Qué sueños le quedan por cumplir?
–Mi mayor sueño era escribir una obra sinfónica y estrenarla, eso ya ha sucedido. No suelo pensar en grandes metas ni sueños, sino que eso va llegando a medida que avanzas trabajando. Es un trabajo donde están muchas personas implicadas para sacarlo adelante y nunca se hace el mismo concierto de una misma obra, ahí reside la magia de la música.
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