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De guapo subido | 18 | SOMAO (Pravia)

La belleza de Somao está en el interior

El “Pueblo ejemplar” de 2020 mezcla lujosos palacios indianos con el encanto de la vida rural: “Está lleno de vida”

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De guapo subido: La belleza de Somao está en el interior Pablo Martínez

Dicen que la belleza está en el interior. En el caso de Somao se cumple. A la superficie emergen majestuosas casas de indianos que lo hacen atractivo por fuera, pero si miras dentro hay un lugar fiel a su esencia rural cuyo paisanaje merece la pena conocer. LA NUEVA ESPAÑA se adentra en el otro Somao, el de andar por casa, para comprobar que un pueblo “De guapo subido” –como se llama esta serie de reportajes– es mucho más que una postal.

En una mañana cualquiera, Cristina riega los geranios de las escuelas, Silvia juega con sus hijas frente a la casa de su tía y José Luis atiende al ganado. La postal tiene vida. Y cada vez más. A los habitantes se suman ahora los turistas, que abundan desde que Somao ganó el premio a “Pueblo ejemplar de Asturias” en 2020. A Puri Sanz e Isabel Reguera, de Valladolid, se les escucha comentar “oye, esto es precioso”. Pasean por el parque, donde más allá de “los palacetes” que venían buscando se respira un ambiente familiar.

Subida a una escalera y con una botella cortada por la mitad, Cristina Viña riega los geranios que cuelgan del corredor de la escuela, situada en el centro del parque. Les da de beber dos veces por semana este verano. Durante el curso son los niños y niñas del colegio los que cuidan de las plantas y de un huerto donde cultivan tomates, repollos, lombarda, calabacín, alcachofas, pimientos y berenjena. “Los plantan, los cuidan y luego se llevan la cosecha a casa”, explica Viña. Sus dos hijos estudiaron en la escuela del pueblo. El pequeño, Pelayo González, “se disgustó mucho cuando tuvo que irse del cole”.

Cristina Viña riega los geranios de las escuelas. | P. Martínez

Es un Colegio Rural Agrupado (CRA) donde todos los niños comparten aula al margen de su edad. “Son todos una pequeña gran familia; aprenden juntos y se cuidan entre ellos”. Así explica Silvia García por qué le gusta tanto el tipo de educación que reciben sus hijas, Olivia y Jimena, en el cole. “Aquí aprenden valores, respeto y son niños muy abiertos”, recalca. La educación de sus hijas son uno de los motivos que trajeron a Silvia y a su marido, Guillermo Álvarez, a trasladarse de Cudillero a Somao. Luego está el factor sentimental. Ambos pasaban sus veranos en el pueblo porque tenían familiares y amigos. “Al final, a los dos nos gustó la idea de formar una familia en un sitio del que teníamos tan buenos recuerdos”, rememora.

La pareja y sus dos hijas llevan 14 años en Somao y resumen su estancia así: “Uno te viene con fruta, otro con berzas… te hacen sentir uno más”. Hay otro plus: “Lo que más me presta ye ver la mar, como buena pixueta que soy. La veo más desde que aquí que cuando vivía en Cudillero”, añade García. Lo dice frente a otra estampa que nada tiene que envidiar al horizonte: el hórreo bicentenario de su tía María Luisa Pire.

Esta construcción que corona el antiguo establo de las vacas está tal como se construyó, junto a la casa y frente a unas cocheras donde guardan el tractor.

La terraza de El Indiano, una de las opciones para tomar algo al aire libre en el pueblo.

“Esto tiene más de 200 años; aquí nació mi bisabuela, mi abuela, mi madre y yo. Los primeros en nacer en el hospital fueron mis hijos”, recalca Pire. Tiene 72 años y se ha dedicado toda la vida a la ganadería y la agricultura. “Era duro no, lo siguiente”, recuerda. Tenían vacas, caballos, conejos, gallinas… y “cuando una vaca se ponía de parto por la noche había que atenderla, trabajábamos las 24 horas”.

Ahora vive más tranquila si no fuese por el trajín de sus nietos corriendo con sus patines y bicicletas frente a la casa. “Me presta que haya mucha gente por aquí, pero si hay alguien quiere venir a vivir aquí yo le diría que se integre, que no se aísle, que somos muy majos”, anima Pire.

A su hija la pequeña, Nuria Carbajal, le gustaría volver al pueblo. Vive en Lugones con su pareja y sus dos hijos, pero por temas laborales no pueden volver. “Siempre que puedo vengo a casa de mi madre. El mes de agosto lo paso entero aquí y voy a trabajar desde Somao”, explica. En menos de media hora se planta en su trabajo. La buena comunicación del pueblo, con un entronque a la autovía a escasos metros, es otro de los puntos a favor del “Pueblo ejemplar”.

Jimena y Olivia Álvarez y sus primos Mateo y Amaia García juegan frente a la casa de su abuela mientras sus madres, Silvia García y Nuria Carbajal, y su abuelo Ángel Carbajal los vigilan junto a su prima Sara Rilo. | P. Martínez

El otro factor que destacan quienes viven todo el año en Somao es la tranquilidad. Eso José Luis Menéndez lo sabe bien. Se pasa “el día entero con el ganao”, desconectado de todo. Disfruta de la soledad del pueblo a primera hora de la mañana, cuando va a dar de beber a las vacas. El resto del día lo pasa “de prao en prao”. Tiene 37 años y desde los 18 trabaja en el campo, oficio que aprendió y heredó de su padre. No tiene pensado dejarlo, aunque admite que la cosa está complicada.

“La pandemia se notó bien porque faltan las ferias de ganao donde puedes vender a más gente”, explica. Cuida de 16 vacas, dos caballos y un burro. “Ninguno tiene nombre, en mi casa nunca se bautizan”, comenta a propósito de la reciente polémica de los toros llamados “Feminista” y “Nigeriano” que provocaron el fin de los toros en Gijón.

Las vacas del ganadero más joven del pueblo (y de los pocos que quedan) pastan con vistas de lujo. Justo al lado de la Torre Amarilla –uno de los iconos más fotografiados del pueblo– y El Marciel –el palacete rosa que parece una casa de muñecas– tiene a tres de sus reses y un ternero. Él no llama a las vacas por su nombre, pero ellas sí le llaman a él en cuanto le ven aparecer. “Esta ye muy pesada. Está todo el día encima de mi y berrando”, comenta.

María Luisa Pire, en la puerta de su casa. | P. Martínez

La vaca berra todos los días, pero este fin de semana más de uno llora en Somao. De no ser por la pandemia celebrarían sus fiestas patronales en honor a Sant’ Olaina, como cada último fin de semana de agosto. Pero hay “plan B”.

Mañana lunes, día 30, habrá reparto del bollo preñao. “No queríamos perder la tradición y, por eso, decidimos hacer un reparto con todas las medidas sanitarias y apelando a la responsabilidad de cada uno”, explica Pablo Martínez, miembro de la comisión de festejos. La intención es que el covid no pueda con el espíritu festivo del pueblo y que la gente disfrute del día en familia.

“Habrá que tener paciencia para vivir las fiestas como antes”, asegura el alcalde de la parroquia, Francisco González. Sin embargo, prefiere centrarse en lo fundamental: “El pueblo está como nunca, tiene mucha vida y salta a la vista. Noto a la gente muy ilusionada con todo y participativa, con ideas para mejorarlo”. En un lugar donde la belleza está en el interior la ilusión y la unión entre los vecinos es fundamental. “Y que no decaiga”, remata González.

El ganadero José Luis Menéndez con sus vacas. | P. Martínez

A DESTACAR

Cómo llegar

Somao está muy bien comunicado ya que la autovía del Cantábrico (A-8) desemboca a la entrada del pueblo. La salida es la número 425 y va hacia la N-632, Muros de Nalón, Piñera y Somao. Una vez se toma el desvío se llega a una rotonda en la que solo hay que seguir los carteles y ya se ven las grandes letras con el nombre del pueblo que dan la bienvenida al visitante.

No perderse

De terraceo en Somao. En el pueblo hay posibilidad de tomar algo al aire libre en dos grandes terrazas: la de El Indiano y la de L’Xintar. La primera, ofrece cócteles y combinados en un amplio espacio en el que además hay parrillas y mesas para comer. En la segunda terraza, ubicada en el parque del pueblo, sirven tapas que van desde el tradicional cachopo asturiano al mousse de foie.

Qué dicen

Los de Somao son gente alegre y cantarina. Entre las canciones populares destaca una que dice: “Aquí en Somao siempre reina la alegría; aquí en Somao siempre reina el buen humor; no cambiaremos de carácter ningún día, aunque nos paguen un millón”.

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