San Timoteo vuelve con las pilas cargadas a Luarca. La localidad asturiana esperaba "con ganas" este momento. Así lo afirmaba esta mañana la avilesina Laura Rodríguez, que, tras dos años sin venir por culpa de la pandemia, reconoce, al igual que sus amigas, que le hacía mucha ilusión recuperar la normalidad en su fiesta favorita: "Ahora vamos a comer y así coger fuerzas para lo que viene después. Lo aprovecharemos como si fuera el último".

 Y es que tras la procesión de San Timoteo por el campo, la gente se dispone a comer para seguir disfrutando de la fiesta. Los puestos con empanadas inundan el campo y Alberto Alvárez, ovetense, asegura que "la comida no falta. El que no come es porque no quiere." Por el momento, el tiempo se está "portando" explica Lucía, su hermana. Para ella, "ojalá siga así, ni que pegue mucho el sol, ni que llueva".

VÍDEO: San Timoteo vuelve a bailar en su "prao"

VÍDEO: San Timoteo vuelve a bailar en su "prao" Jairo Segurola

Ya ayer Luarca era una fiesta. La espera de dos años para poder celebrar las fiestas de San Timoteo a causa de la pandemia se ha hecho tan larga que ayer no hubo un vecino que en la víspera de la romería se quedase en casa. El tradicional desfile de gigantes y cabezudos, que ameniza la hora del vermú, llenó de miles de personas las calles de la villa blanca. La alegría y las ganas de pasarlo bien se palpaban. Imposible no disfrutar con tan buen ambiente.

"Estábamos esperando con tantas ganas, lo echamos tanto de menos estos dos años que estamos pasándolo muy bien, como nunca, muy contentos de volver a San Timoteo", dijo Paula Álvarez, veraneante de Madrid. La parada comenzó a las 11.00 de la mañana con la banda de gaitas "Aires de Valdés", la banda de música local "La Lira" y la charanga "BB+".

Los voladores dieron inicio al "xareo", como dicen en Luarca, y los gigantes y cabezudos se convirtieron en los protagonistas. Son los propios luarquinos, miembros de las peñas festivas, los que desfilan con estos tradicionales disfraces haciendo más de una pilllería. Tal y como contó el joven Javier Arévalo, llevan una especie de látigos, conocidos como vejiga, con los que azotan a amigos y público. "No manca, quema un poco nada más", añadió.