Las obleas, un alimento tradicional y artesanal con más de tres siglos de historia, es el dulce más ligero del obrador. Este producto para cuya elaboración se utilizan sencillos ingredientes naturales -harina, huevo, agua y azúcar- tiene su origen en los conventos. Con el paso del tiempo y una vez que traspasaron los muros monacales, las obleas comenzaron a formar parte de la alimentación diaria y adaptándose a los nuevos tiempos. Así, hoy en día es habitual su consumo en el desayuno, acompañadas con miel, queso suave o mermelada, pero también sirven para elaborar postres, para acompañar un helado o simplemente para tomar solas a cualquier hora del día.

Por lo tanto, a diferencia de otros productos de sabor centenario que han ido abandonando del mercado, éste sigue contando con gran demanda por lo que, lejos de extinguirse, su fabricación y comercialización aumenta a pesar de la desaparición de muchos artesanos, la mayoría de Salamanca.

En esta provincia, una referencia significativa en la elaboración de obleas es la empresa Pan de Ángel, más conocida como obleas de Cipérez, nombre de la pequeña localidad situada en el paraje natural de las Arribes del Duero, donde la empresa familiar de Fabián Martín lleva más de 160 años amasando y horneando este dulce de sólo diez gramos de peso y unos 20 centímetros de diámetro. Poco peso pero mucho sabor para un artículo de aspecto peculiar: redondo, extremadamente fino y muy crujiente.

El diseño y la decoración son, igualmente, otras de las características de las obleas, que no han sufrido apenas alteraciones en el tiempo. En el centro de cada pieza resaltan varias siluetas, generalmente de monumentos, mientras que en el perímetro, alrededor de la imagen central, figura una leyenda con el nombre del propietario y el lugar donde se fabrica este producto cuya historia ha sido recogida en el libro «De obleas y barquillos». Este trabajo de Marta Sánchez explica el origen, las peculiaridades y los aspectos artesanales del tradicional dulce.