Los jueves y domingos, la vida de Chichicastenango gira en torno a su mercado, del que se dice es el mayor de todo América Latina. Desde horas antes de despuntar el alba, e incluso a lo largo de las noches anteriores a la celebración de esta actividad comercial, los vendedores preparan sus puestos. Todo tiene que estar listo al amanecer, cuando comienzan a llegar los primeros compradores a la plaza central de este pueblo de Guatemala.

El mercado transforma la faz de Chichi, nombre como popularmente se conoce a esta localidad famosa también por ser el lugar donde se encontró el Popul Vuh, libro religioso maya que narra el origen de la humanidad. Cientos de turistas -la gran mayoría estadounidenses, de ahí que apoden al pueblo Gringotenango- acuden atraídos por la fama que tiene la artesanía guatemalteca, sobre todo la textil. Pero además de coloridas y originales prendas de vestir con diseños indígenas, en Chichi es puede comprar casi de todo: animales, fruta (incluso pelada), instrumentos musicales, flores, cerámica, máscaras..

Además de recorrer los cientos de tenderetes y hacer un alto aquí y allá para comprar algunos recuerdos, siempre previo regateo, el turista debe visitar la iglesia de Santo Tomás donde conviven en perfecta armonía las tradiciones religiosas católicas y las indígenas. De hecho, en las escaleras de este santuario, construido sobre las ruinas de un templo maya, se celebran con frecuencia ofrendas y ritos. Es éste un lugar lleno de simbolismo y rebosante de espiritualidad, según los habitantes de Chichi; de ahí la presencia habitual de chamanes que celebran ceremonias precristianas, encienden velas, queman incienso e invocan espíritus. Dicen que cada uno de los escalones de la iglesia de Santo Tomás representa los días del calendario maya y que por tanto los peldaños cumplen un objetivo parecido al que desempeñaron en su día las escalinatas de las antiguas pirámides.

Así, entre ritos y una intensa actividad comercial, vive Chichicastenango, uno de los últimos vestigios de la cultura quiché.