Bueno es saber cuando el frío aprieta y se acaba de tener el lujo de visitar uno de los monumentos más importantes del prerrománico asturiano, Santa Cristina de Lena, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, que en un pueblín guapu y afayadizu llamado Felgueras, a unos tres kilómetros del mismo, María Fernández Hernández siempre tiene preparado en su chigre rural un buen consomé casero con «churrusquinos de pan de los de casa». Asomado a un valle infinito desde donde las montañas muestran su nieve estos días y se distingue, inclusive, la Carisa, Felgueras tiene en su centro, además de una capilla dedicada a la Virgen de los Remedios, el chigre rural Casa María, de fachada azul y piedra donde los geranios imponen su color rojizo en el exterior de sus ventanas.

Casa María abrió en el año 2000 teniendo en la cocina a esta joven y bien preparada guisandera nacida en Olloniego, y en la barra y comedor a su marido, Roberto de la Riva, natural de este pueblo lenense. Ambos obraron el milagro de convertir una cuadra en un pequeño y acogedor bar rural en el que se ofrece comida casera asturiana cuya calidad y generosidad los llevó a ampliar el local en un corto plazo de tiempo. Y es que los que han probado su pote, su plato estrella, que pone en fin de semana, saben bien que María tiene gusto, olfato, mano y amor suficiente por lo que hace para que, lo que llega a la mesa, tras pasar por sus manos, sea rico, abundante, casero y asturiano. «Me gusta mucho cocinar. Lo que hago lo aprendí en casa, de mi madre, y así lo llevo haciendo aquí desde que abrimos, hace trece años», Sin olvidar que tiene menú diario, otros platos representativos de su cocina son el cabrito guisado, fabada, pitu de caleya con patatinos, callos caseros, adobos caseros con picadillo, cordero a la estaca (por encargo), carnes de matanza y chuletón de ternera asturiana. En cuanto a los postres, además del flan de café, tienen cazuelinas de bechamel con manzana, arroz con leche, frixuelos y las mousses de limón y de plátano.

Si el interior del local es acogedor y no ha perdido su esencia asturiana tras su ampliación, pues ahora tiene capacidad para unos 50 comensales, uno de los rincones con más encanto es su cenador exterior, donde es un placer comer mirando la montaña pues está cubierto y tiene calefacción. Dispone de aparcamiento. Cierra los martes, salvo festivos. El único día que no podrán conocer a esta simpática y entrañable guisandera de Felgueras.