Carmen Ordiz Pérez, de 21 años de edad, es la primera asturiana (y también la segunda española) que se gradúa en la Universidad de las Ciencias Gastronómicas de Bra, en el Piamonte italiano.

Esta universidad está integrada en el movimiento slow food, que se contrapone a la globalización de la gastronomía y que busca una filosofía del gusto que salvaguarda las tradiciones gastronómicas locales, regionales, y su método de cultivo. Y, por tanto, que mejor producto para hacer la tesis doctoral de Carmen que el Vino de Calidad de la Tierra de Cangas.

-¿Qué define a esta Universidad?

La filosofía slow food. El gastrónomo sostenible.

-¿Cómo llegó allí?

Pues yo quería hacer Enología y mi padre, un día de casualidad cuando yo tenía 13 años, viendo la página web, me dijo «va a ser tu universidad». Y yo dije, «sí, sí, seguro». Con 16 años me llevó a verla y con 17 estaba ya viviendo en Italia.

-¿A qué se dedicará ahora?

A defender el producto asturiano y a trabajar con productores de la zona, pero con slow food, no en producción masiva, claro. Algo, de momento, casi voluntario. Acabé la carrera y me quería dar unos meses de relax.

-¿Cómo encaja el producto asturiano en la filosofía slow food?

Perfectamente. Lo tenemos todo.

-¿Desde qué aspectos?

Pues, por ejemplo, hay muchos productores que no saben que son slow food. Del pitu caleya, de la carne... ¿en qué otra región hay tantas vacas sueltas por los prados? Eso, por ejemplo, en Estados Unidos simplemente no existe. Lo tenemos con todo.

-¿Por qué se interesó, en especial, por el vino de Cangas?

Mi abuela era de Cangas, para empezar, pero justo cuando yo empecé en la universidad comenzó a despegar el vino de Cangas. Mi madre siempre me decía, «el vino de Cangas no es gran cosa...» pero siempre tengo que conocer las cosas por mi misma y, creo que fue en LA NUEVA ESPAÑA, vi un artículo sobre el vino de Cangas y pensé que era una señal del destino, giré el periódico y salió ahí. Entre eso y la familia, pues tenía que hacer la tesis. Siempre preferí hacerla sobre algo de Cangas que sobre algo de Italia.

-¿Qué ha descubierto sobre el vino cangués en su trabajo?

Pues todo. Me quedé alucinada de la cantidad de información que conseguí. Nadie tiene ni la mitad de la idea de lo que hubo allí, es increíble.

-¿Qué le impactó más?

Lo avanzados que estaban en el siglo XIX y principios del XX, impresionante, a la par que los franceses. Lo tuve que poner en 101 páginas, pero podría haberlo hecho de tres mil.

-¿Qué le parece el vino de Cangas?

Que si se hacen las cosas bien puede hacerse un vino que destaque muchísimo. Por calidad y no por cantidad, por supuesto. Hay que ir a la calidad.

-¿Y cree que se está haciendo así?

Sí y no. Creo que les queda trabajo por hacer, pensando en las cosas de calidad.

-¿Blanco o tinto?

Blanco en general, pero en Cangas depende. Lo único que me interesa es que sigan jugando con las variedades autóctonas, apostando por su calidad, que la tienen, que son una variedades tesoro y no es que lo diga por ser una entrevista, es que es la verdad, y no se centren en la cantidad.