La evolución del ser humano a partir de la tecnología y no de la naturaleza. La fusión alma-máquina. Hoy llega a las salas españolas Ghost in the Shell, la película basada en el cómic japonés (o manga) homónimo creado por Masamune Shirow y que protagoniza Scarlett Johansson. El filme nos sitúa en un futuro en el que los avances de la ciencia han generado una sociedad dónde personas y máquinas de aspecto humano conviven con normalidad, estableciendo relaciones personales y laborales entre ellos. Major (Johansson) es un cyborg, o lo que es lo mismo, un híbrido con cuerpo de robot y cerebro humano, que dirige una unidad especial de policía denominada "Sección 9", cuyo fin es atrapar a los criminales que tratan de impedir los avances de la tecnología y la biología en ese nuevo mundo. La parte mecánica de la heroína le confiere habilidades especiales como fuerza sobrehumana, mayor resistencia e inteligencia aumentada.

Esta adaptación en acción real supone un homenaje a la aclamada cinta de animación de 1995, dirigida por Mamoru Oshii, que se convirtió en una película de culto. Sus imágenes, destinadas a un público adulto por su alto contenido sexual y elementos grotescos, se complementan con una estética futurista denominada "cyber punk", claramente influenciada por el clásico de 1988, "Akira". Prueba de ello es la indumentaria de la protagonista, un ajustado traje que simula el cuerpo desnudo de la mujer y que utiliza para camuflarse. La vestimenta y el arte tan característico de la cultura japonesa, un elemento recurrente en el manga, también está presente en el filme a través del diseño de escenarios y de robots que tratan de imitar a las tradicionales geishas del país del sol naciente.

Bajo la trama de ciencia ficción se plantea un debate filosófico que busca exponer cuáles son los límites del ser humano a la hora de avanzar en busca de la mejora personal y el fin de las enfermedades e incluso de la propia muerte. El perfeccionamiento de la inteligencia artificial hace casi imposible distinguir al hombre de la máquina. El único elemento que permite esa diferenciación es el denominado "ghost" (alma), una parte del cerebro capaz de controlar las emociones reales y naturales y establecer esa humanidad para el cuerpo artificial y electrónico, que sería el "shell" (caparazón).

Scarlett Johansson no es una principiante en estos papeles de heroína. Ha forjado su imagen de aguerrida luchadora después de encarnar en cinco ocasiones a la espía rusa Natasha Romanoff (Viuda Negra) en el universo cinematográfico de Marvel. Tampoco es su primer contacto con la ciencia ficción. En 2014, la vimos a las órdenes de Luc Besson en "Lucy", donde la ciencia y la tecnología forman la columna vertebral de la evolución del ser humano y la vía para desarrollar todo el potencial del cerebro. Sin embargo, la elección de la actriz como "Major" vino acompañada de una marcada polémica por no escoger para este papel a una actriz de rasgos asiáticos. "La diversidad es importante en Hollywood, y no me gustaría sentirme como si estuviera interpretando un personaje que fuese ofensivo. Siento la enorme presión que supone tener el peso de una gran franquicia sobre mis hombros", reconocía la intérprete en una entrevista.

A Johansson le acompañan en el reparto Michael Pitt, la oscarizada Juliette Binoche, como la científica que lleva a cabo la transformación de la protagonista y el actor, director y guionista Takeshi Kitano, quien está al mando de la unidad de operaciones encubiertas.

El director, Rupert Sanders, presenta una cinta de acción que trata de occidentalizar una obra concebida en Japón y en la que se perciben influencias de dos largometrajes fundamentales: Blade Runner y Matrix. La adaptación estadounidense da menos importancia a la reflexión sobre el desarrollo tecnológico y su implantación en el ser humano, tan presente en las películas de los noventa, para apostar por un tono más de acción e intriga características de un blockbuster de Hollywood.