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Comidas y bebidas

Ostras del Sado y buen vino de O Rosal

Ostras del Sado.

Un primo segundo del gran poeta portugués Manuel Maria Barbosa du Bocage (1765-1805), Jose Vicente, zoólogo, nacido en Funchal (Madeira) a principios de la segunda década del Novecento, se propuso a través de documentados estudios y valiosas consideraciones un mayor aprovechamiento ostrícola en la margen izquierda del Tajo y en el Sado. A partir de entonces empezó a extenderse el consumo de las ostras huecas portuguesas.

Estos moluscos, como cualquier otro alimento, eran ya devorados masivamente por las legiones romanas. Por poner un ejemplo, las finas y sabrosas ostras de Colchester, de sabor más intenso y lechoso que las de Belon, atrajeron a los europeos continentales desde esas épocas. El propio Plinio el Viejo, agudo observador y hombre de mundo, solía decir que era lo único bueno que producía Gran Bretaña. El desdén de Tiberio por los asuntos de Estado era comparable a su interés por los placeres de la vida.Y estos no cesaron hasta los últimos días en los que el emperador, ya viejo, se refugió en Capri, alimentándose básicamente de ostras y rodeado de efebos, mientras que el gobierno quedaba en manos de los procónsules.

En 1860, Francia empezó a importar ostras sadinas (crassostrea angulata) para hacer frente a una súbita escasez de las ostras achatadas (ostrea edulis) características de la bahía de Arcachon. Gran Bretaña también se abasteció de ellas. Ocho años más tarde se produjo un accidente naval que por las repercusiones que tuvo quedaría inscrito en los anales de la alimentación europea. Para huir de una tempestad, un barco de nombre Morlaisien que se dirigía a Inglaterra, cargado de ostras de Setúbal, se refugió en las aguas tranquilas del sur de Burdeos con el fin de esperar la bonanza. El tiempo, sin embargo, no se compadeció del cargamento y los moluscos empezaron a dar señales olfativas de podredumbre. Hasta tal punto que el capitán decidió arrojar la mercancía por la borda. El caso es que no todas las ostras habían perecido y de una forma asombrosa algunas de ellas empezaron a reproducirse llegando a suplantar a las nativas de Arcachon. Los franceses en seguida las bautizaron como les portugaises.

Las conchas oblongas reinaron en el bassin hasta los años sesenta del siglo pasado en que un virus acabó con el sueño de expansión ostrícola. Pero la ostricultura no decayó en el estuario del Sado, donde las aguas siguieron demostrando sus especiales características para la cría y el engorde de los moluscos. En apenas siete u ocho meses, las ostras portuguesas pueden alcanzar un peso que ronda los cien gramos, lo que las hace aptas para el consumo, mientras que en las mejores condiciones y circunstancias este crecimiento nunca se produce en las francesas antes de los dos años. La salinidad de la corriente y la riqueza del fitoplancton hacen el resto. Si para en Setúbal o en Sesimbra y se las ofrecen no deje de comerlas.

Terras Gauda, prestigio gallego. Los vinos de O Rosal no han hecho más que ganar prestigio con el tiempo y no sólo por el famoso microclima de la zona. En Galicia siempre hay un microclima dispuesto a bendecir el viñedo. Pero dentro de ese prestigio logrado por medio de trabaja y la buena elaboración, hay bodegas que aportan una singularidad especial, como es el caso de Terras Gauda. La cosecha de 2016, calificada de excelente, nos trae de la bodega de A Guarda, u n Terras Gauda, fiel a su personalidad aromática y frutal, de buena maduración, equilibrado de azúcar y con un buen punto de acidez. Fresco y largo, con un 70 por ciento de uva albariño, otro 20 de caiño y el resto loureiro. Abadía de San Campio sigue sin decepcionar, cien por cien albariño, ofrece estupendas sensaciones de frutas tropicales, toques de manzana y de pera y suficiente frescura para acompañar a los mariscos de concha. Finalmente, L a Mar 2014, continúa siendo la singularidad de una bodega acostumbrada a hacer bien las cosas. Elaborado con un 90 por ciento de uva blanca caiño, escasa y de pequeña producción, y el resto para la albariño y la loureiro, conservado en sus lías, delicado y glicérido, ideal para beber acompañando pescados.

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