La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Viajes

Pienza, la ciudad de Pío

El Papa Piccolomini convirtió su aldea en el ideal renacentista de la Toscana, una constatación de la armonía entre paisaje y arquitectura

Pienza, la ciudad de Pío

Pienza recibe el nombre de Pío, Pío II. Es la tierra de Eneas Silvio Piccolomini, nombrado Papa en 1458, notable humanista de su tiempo, protector de las artes y de las letras que no abrazó la religión hasta los 40 años y hasta entonces se prodigó en aventuras amorosas. En el corazón del Val d'Orcia, cerca de Siena, en Toscana, Pienza se eleva sobre una suave colina como la encarnación de la utopía renacentista: la ciudad ideal en cuanto a organización del espacio y de los cánones urbanísticos en plazas y palacios de los siglos XV y XVI. Situada entre Montalcino y Montepulciano, elegantes bastiones del Brunello y del Nobile, dos de los vinos aristocráticos fruto de la uva sangiovese, visitarla, pese a la fuerte presión turística en algunas horas del día, sigue siendo un maravilloso viaje a través del tiempo, una constatación de la armonía entre el paisaje y la arquitectura.

Mezcla de talento y ambición, Piccolomini representó como nadie la imagen del fino intelectual de su tiempo. Su cultura humanista le empujó a defender posiciones abiertamente liberales contra la esclavitud y la persecución de los judíos. Concluyó estudios de leyes en Siena y al encontrarse sin dinero tuvo que elegir entre la abogacía y la religión. Escogió la segunda sabiendo que la carrera como prelado le conduciría por los vericuetos de la alta política en una época especialmente convulsa tras el pontificado del anciano Borgia y las guerras en Europa. Su papado duró sólo seis años, hasta su muerte, marcados por dos grandes objetivos: la cruzada contra los turcos en Constantinopla y hacer de la aldea donde había nacido, Corsignano, una ciudad nueva y deslumbrante por su arquitectura.

Si alguien consiguió la plasmación del paradigma geométrico renacentista fue él, después de haber encargado al arquitecto de Florencia, Bernardo Rossellino, la cristalización de su proyecto. Este se llevaría a cabo con un costosísimo desembolso que únicamente se pudo sufragar gracias a la explotación de los yacimientos de alunita descubiertos en los Montes de la Tolfa, al norte de Roma. De ella se extraía el alumbre romano que se utilizaba para diferentes tinturas y que el propio Pío II obligó a usar a la cristiandad con el fin de obtener pingües ingresos y seguir adelante con su sueño pontificio de convertir Corsignano en un ideal arquitectónico.

La catedral de la Asunción, construida entre 1459 y 1462, obra de Rossellino, se encuentra entre los duomos más importantes del incipiente Renacimiento. Su interior es un prodigio de luz y de belleza. Posee tres naves de igual altura a través de dos filas de pilastras con semicolumnas adosadas y capiteles decorativos realzados. El ábside está dividido en otras tres capillas. La mayor acoge el coro. Las otras dos, formadas por los brazos del crucero, disponen cada una de un ventanal. La nave lateral izquierda aloja dentro de un nicho un órgano eléctrico de tubos de los años 70. Se trata de una singularidad más de esta extravagante aldea convertida en pequeña ciudad laboratorio renacentista gracias al capricho de su hijo más ilustre, un papa obsesionado por la belleza. El Palazzo Piccolomini, que data de la misma fecha de construcción del Duomo, es la segunda pieza de este decorado magnífico. Ambos fueron proyectados para presidir la escenografía del lugar y levantados al tiempo por el mismo arquitecto. Se inspira en el Palazzo Rucellai, del maestro León Battista Alberti. De planta cuadrada, construido en piedra decorada con almohadillado, cuenta con tres pisos. Las ventanas con pilastras y columnas están divididas por los escudos de la familia en piedra con las enseñas apostólicas de oro y plata. Un patio rectangular con logia y jardín gobierna el interior del edificio. El palacio fue habitado hasta 1962 por los descendientes del Papa.

Pero Pienza no se acaba aquí. Están también la iglesia de San Giovanni, el palacio curial, las doce casas nuevas que Pío II mandó construir para hospedar a familias con necesidades, la iglesia de San Francesco, el Palacio Ammannati, que se edificó por requerimiento del cardenal del mismo nombre, uno de los hombres de confianza del Papa Piccolomini; el Palazzo Pubblico, enfrente del Duomo; el museo diocesano, las tres puertas que comunican el exterior con el intramuros, y sobre todo la Cinta Muraria, que permite circundar la ciudad y detenerse en los atardeceres incendiados del hermoso paisaje del Val d'Orcia, recorriendo las calles de la Fortuna, del Amor y del Beso. En los alrededores se encuentran La Foce, que se remonta a la época etrusca, y Monticchiello, una pequeña aldea medieval fortificada, a unos 6 kilómetros de Pienza, sede del famoso Teatro Povero, una de las instituciones culturales más reconocidas de la provincia de Siena.

Detenerse en la ciudad de Piccolomini significa además hacerlo en algunas cuantas buenas enotecas, evitar la conglomeración de turistas en las horas punta, a la vez enfrascarse en el ambiente y fisgar entre los quesos de oveja. El pecorino local es el gran queso toscano y uno de los mejores de Italia. Curado (stagionato) seis meses o muy curado, hasta los 18, son sus mejopres elecciones. En el centro, en la via Condotti, una buena elección para comer es Trattoria Da Fiorella. En Montichiello, Osteria La Porta, borda el repertorio tradicional toscano: cinta senese, bistecca de chianina, picci, etcétera.

Compartir el artículo

stats